Sunday, December 3

Agustín Pery: Casado, aquí un amigo



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He fallado seguro a buenos amigos, algunos también a mí. He apostado por ellos y he perdido, he justificado, he consolado, he perdonado y sí, me ha defraudado una y otra vez.

Al amigo se le consiente lo que a veces se le niega a la familia. Quizá porque al primero lo eliges, a la segunda, no. Eso puede servir para explicar la decisión de Casado de empecinarse en proteger a quien en este duelo político debería haber dejado ir, por decirlo elegantemente, mucho antes de que la gangrena se extendiera tanto que ya ni la amputación de uno de los miembros puede salvar el cuerpo genovés. Casado no lo hizo y ahora ya es tarde porque no deben irse

 uno ni dos, sino muchos más de los que vemos salir a diario para interpretar papeles de secundarios que no acaban de aprender el guión. Todos están ahí no por su valía, ignota desde que arrancó la titubeante y turbulenta era Casado. Sobran porque ya no valen como fontaneros de las goteras que han llenado de humedades las paredes de Génova y que, con Teodoro García Egea a la cabeza, han abierto una vía de agua que no se soluciona con cuatro malas soldaduras.

El problema es que Pablo Casado quiso dirigir el PP como a un grupo de amiguetes y no como lo que debió y no supo ser, presidente de una gran compañía. Hoy ya por fin en on en vez de en off el Consejo de Administración del PP, en política a los consejeros les denominan barones, ha dicho al presidente que es un líder que no lidera, un jefe que no ordena, un patrón que no gobierna. La virtud que sin duda tiene como amigo es su vicio como presidente de la firma popular. Debió prescindir de su CEO pero dudó y hoy es él quien ya no vale para una empresa de decisiones tan erróneas como ruinosas.

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Casado quedará como un hombre honesto, buen parlamentario y seguro que un gran amigo de sus amigos pero eso de nada sirve cuando se te juzga por tu capacidad que, si en algún momento la tuvo, la perdió por todas y cada una de las sucesivas malas decisiones que ha ido tomando o dejado tomar, del caso Cayetana, al Almeida, Moreno Bonilla o Mañueco. Ayuso ha sido al final su némesis cuando debería haber sido su musa. Casado sigue pretendiendo acabar por tener razón y esperar que la Fiscalía y la oposición madrileña le hagan el trabajo. Se atrinchera y llama a la desesperada a los visires provinciales y a los acongojados diputados pidiendo una fidelidad suicida porque, en su ceguera, piensa que volverá a Génova a lomos del caballo blanco de la integridad y la razón. Ambas las perdió el día que decidió convertir Génova en una sucursal de Ferraz y a él mismo en el jefe de la oposición al ayusismo. Ya ni siquiera importa al votante un tal Tomás Díaz Ayuso. Lo de más es la felonía de condenar sin pruebas a tu compañera de siglas. Ahora no debe obcecarse en pedir un tiempo que ya no tiene. No hay prórroga posible. La sentencia condenatoria que fabula para Ayuso no restañaría la suerte que ya han decretado para él la nobleza del partido y sus vasallos y, de ocurrir, la tendrá que paladear extramuros de Génova.

Todo está dicho y escrito, ahora sólo queda leer las elegías que harán justicia al hombre pero yerrarán en las del político. Eso ya lo han dictaminado los barones el día que exigieron la cabeza de Teodoro, el de las purgas en las taifas, y no se la entregó.

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La pandilla debe disolverse, se acabó el guateque… y tan amigos.

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