Thursday, March 28

anatomía de un pacto que puso de acuerdo a todo el Congreso


Madrid
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Fueron probablemente los años más agitados de la historia reciente de la política española, con el ‘no es no’ de Sánchez a Rajoy, el intento de Iglesias de superar el PSOE o la moción de censura que terminó apartando al PP del poder. A la XII legislatura no le faltó de nada: se consolidó la ruptura del bipartidismo, se retorcieron los límites de la política como nunca antes… Era, de algún modo, el mejor y el peor de los tiempos del parlamentarismo. Y en medio de esa agitación, un grupo de diputados, los que formaban la Comisión de Cultura y Deporte, fueron capaces de alumbrar un acuerdo al que se unieron todos los partidos, sin excepción: el
Estatuto del Artista

.

«Hay una frase en ‘Casablanca’ que dice: ‘El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos’. Entonces el Gobierno se derrumbaba con la moción de censura y, en un momento de incertidumbre, nosotros aceleramos todavía más el acuerdo», recuerda Emilio del Río, por entonces portavoz de Cultura del PP. Ese ‘nosotros’ incluye a Marta Rivera de la Cruz, por aquella época en Ciudadanos y presidenta de la Comisión; Eduardo Maura, en representación de Podemos, y José Andrés Torres Mora, del PSOE. «Nosotros decidimos que teníamos un trabajo muy importante que hacer para ayudar a un sector muy golpeado y discriminado, incluso olvidado», añade Rivera de la Cruz, hoy consejera de Cultura de la Comunidad de Madrid.

Por estos motivos, por la «excelente labor que desempeñó esta Comisión en beneficio de la cultura y de los creadores de nuestro país» y por «el consenso político que alcanzaron los diferentes partidos para sacar adelante proyectos legislativos pendientes desde hace años y muy necesarios, como la elaboración del Estatuto del Artista o la reforma de la Ley de Propiedad Intelectual»,
Cedro ha decidido conceder este año su premio a los cuatro exdiputados, que han atendido a la llamada de ABC para recordar juntos, en una mesa redonda celebrada en la sede de este diario, cómo fue posible esa anomalía.

Eduardo Maura: «Todo el mundo quedó razonablemente insatisfecho»

«En realidad esto tiene que ver con el trabajo», reflexiona Eduardo Maura. «El consenso es un músculo que se ejercita, y en este caso habíamos hecho todos los trabajos de la subcomisión, habíamos tenido reuniones con el sector, conversaciones formales e informales, públicas y privadas… Fue ese trabajo de muchas horas lo que nos permitió superar circunstancias como la moción de censura o la llegada de dos ministros en apenas una semana». Torres Mora, hoy presidente de Acción Cultural Española, recuerda entre risas que el resto de los diputados los veían como «gente de otro planeta» cuando se reunían en la cafetería del Congreso en mitad de la moción: «Pero nuestra tarea era ver qué podíamos aportar al sector cultural».

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Trabajo cultural

El resultado fue un paquete de medidas consensuadas con el sector al que ningún partido se atrevió a oponerse: 57 medidas concretas y 17 recomendaciones de carácter general para adaptar la legislación laboral o de seguridad social a la especificad de los trabajadores de la cultura, un sector marcado por la intermitencia y, en muchos casos, por ingresos muy bajos. «Si no hay trabajo cultural, no hay derecho a la cultura», resume Maura, que ejerce como profesor universitario tras abandonar su escaño en 2019. «El Estatuto del Artista no solamente va orientado a mejorar las condiciones materiales del trabajo cultural, sino también a mejorar el acceso a la cultura; es decir, se trata de que la cultura sea entendida de manera integral, como derecho, como trabajo y como bien común, porque es las tres cosas a la vez».

Han pasado casi cuatro años desde que el Congreso encargara al Gobierno acometer este conjunto de medidas, pero su implementación va muy lenta. El equipo de Iceta presume de que 38 de esas 57 medidas ya están acordadas con los ministerios o en mesa de negociación, pero la realidad es que incluso con el impulso que se ha dado a este proyecto en las últimas semanas, las medidas aprobadas apenas llegan a diez. Y en algunos casos, como la creación del
nuevo contrato para la cultura, más bien han parecido parches a decisiones previas que no tuvieron en cuenta al sector, como ocurrió con la supresión del contrato de obra y servicio en la reforma laboral.

José Andrés Torres Mora: «Teníamos la estrategia de los adolescentes con nuestros partidos»

«Se puede discutir se se podía haber tenido más velocidad a la hora de aprobar algunas medidas», reflexiona Emilio del Río, del PP. «Pero sabíamos que no todo se podía aprobar en un año, ni en dos, ni en tres. El objetivo era dejar el camino hecho. Ha habido cambios de gobierno, elecciones, una pandemia… Lo importante es que se sigue hablando de esto y está en la agenda política». Rivera de la Cruz, por su parte, cree que sí, que se podrían haber apurado un poco más los plazos, pero que en todo caso siempre tuvieron claro que su aplicación efectiva iría poco a poco: «De ninguna manera se iba a aprobar todo a la vez porque aquí hay años enteros de una legislación complicada y adversa al sector».

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Superar las reticencias departamentos como el de Hacienda fue una de las mayores dificultades que tuvieron que sortear. «Yo reconozco que me pasé esa legislatura dándole la tabarra a mis portavoces de Hacienda y de Seguridad Social. Era muy necesario que entendieran algunas cosas absurdas que les pasa a los artistas y que ni siquiera se habían parado a reflexionar. Yo pagaba muchísimos cafés y comidas…», apunta Rivera de la Cruz. Del Río se refiere a esta labor como un trabajo de evangelización. «Da igual quién esté en Hacienda, son todos iguales», bromea. «Yo solía decir aquello de ‘tengo una idea que te va a encantar’», añade Maura.

«La compatibilidad de las pensiones y los derechos de autor son un ejemplo –aporta Torres Mora–. Si te jubilabas sí podías cobrar por las rentas de los pisos que tuvieras arrendados. Sin embargo, si en lugar de comprar pisos te dedicabas a escribir libros, por esos derechos de autor tenías problemas con la pensión. No es que en Hacienda o Seguridad Social tuvieran mala intención, es que, como dice Eduardo, la cultura era invisible». Según Rivera de la Cruz, lo que consiguieron con este trabajo es que se aceptara el hecho cultural como una excepción, esa excepción que tanto envidiamos de Francia: «Nos hemos sacudido un pequeño complejo».

Fuego amigo

Para llevar a cabo esta tarea también hubieron de convencer a sus partidos, quizá la tarea más complicada. «Teníamos la estrategia de los adolescentes, que era decir: ‘A todos los demás les dejan. Todas las demás direcciones de los partidos están de acuerdo y vosotros no’», señala Torres Mora. O, como hacía Rivera de la Cruz con la dirección de Ciudadanos: ¿De verdad queréis que nos quedemos solos votando cuando todos van a ir juntos?. «Es que no estaba claro qué iba a votar cada partido. Ahora lo podemos contar», ríe Eduardo Maura. «Esta experiencia demuestra que el trabajo parlamentario, cuando es sostenido, cuenta, aunque no salga en los medios de comunicación. Yo vería este proceso como un proceso de reivindicación del parlamentarismo en un sentido amplio».

Marta Rivera de la Cruz: «Conseguimos que se aceptara el hecho cultural como una excepción»

Los tiempos son importantes para entender el éxito de la iniciativa. El primero de junio de 2018 se votó la moción de censura que llevó a Sánchez a La Moncloa y el día 7, por unanimidad, el Congreso votó el informe de la Subcomisión del Estatuto del Artista. «Es muy importante lo que hicieron Del Río y Torres Mora, que en un ejercicio de generosidad siguieron trabajando juntos. Lo fácil habría sido pararlo todo y ver qué ocurría con el nuevo Gobierno», apunta Rivera de la Cruz. «Recuerdo que una vez vino una persona a la Subcomisión y nos vio trabajar juntos. Antes de irse, mientras salía por la puerta, se dio la vuelta y dijo: ‘Esto es el paraíso’. Simplemente se dio la vuelta y lo dijo».

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Con este trabajo previo, la reforma de la ley de Propiedad Intelectual ya tenía las cartas marcadas. Se trataba de adaptar el marco normativo a la nueva realidad digital, un trabajo de diálogo con distintas organizaciones que nada tiene que ver con la última modificación llevada a cabo por Iceta, a través de un macrodecreto que ha suprimido la gestión colectiva obligatoria, probablemente el punto más importante de la reforma de 2019. «El éxito fue que íbamos juntos a las reuniones que teníamos con abogados o representantes de grandes empresas. No había ninguna posibilidad de que nadie enredase, todos escuchábamos las razones de nuestro interlocutor y luego hablábamos entre nosotros», reflexiona Rivera de la Cruz.

La virtud del método

De nuevo, la virtud del método, apunta Maura, el único de los cuatro exdiputados que hoy no tiene relación con la política: «Si el método es destacar mucho y ocupar los próximos 30 segundos de la vida de España, eso produce unos resultados. Cuando el método es ser leales y sólidos en el trabajo, produce otros resultados. El método de Marta funcionó a la perfección. ¿Qué pasó? Que algunas personas se fueron de esas reuniones muy descontentas». «Y se quejaron mucho después a cada partido político», señala Del Río, director general de Bibliotecas, Archivos y Museos en el Ayuntamiento de Madrid: «Hubo presiones, y de qué manera. Había mucho dinero en juego, pero teníamos claro que había que proteger a los creadores de la cultura».

Eduardo del Río: «En un momento de incertidumbre, nosotros aceleramos el acuerdo»

Como en el caso del Estatuto del Artista, aquí los tiempos también son importantes. A mediados de febrero Sánchez anunció la convocatoria de elecciones y dos semanas después la ley era publicada en el BOE. «En ese momento ya éramos amigos –dice Maura–, lo cual nos permitió también un grado de intimidad. Se lloró, se gritó, se pegó algún puñetazo encima de la mesa, hubo conversaciones duras… hubo mucho conflicto. Lo que pasa es que se tramitó de una manera que dejó a todo el mundo razonablemente insatisfecho con el resultado, desde los amigos de Cedro hasta quienes tienen que pagarle dinero a las entidades de gestión porque hacen uso de una obra protegido». Este, y no otro, es el secreto de la mejor política.

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