Tuesday, April 16

Ancelotti, toalla, gorro y alegría contenida; Tuchel, desquiciado y frustrado


Londres
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Hora y veinte minutos antes del inicio del partido, Carlo Ancelotti, con mascarilla y acompañado de Carlos Carbajosa, jefe de prensa del Real Madrid, salía al verde de Stamford Bridge. Le esperaba un adolescente en silla de ruedas. El chaval iba a cumplir el sueño de fotografiarse con el técnico italiano, muy querido por este barrio desde su paso entre 2009 y 2011. Cariño que también tuvo el Real Madrid en Stamford Bridge, proveniente de los 2.000 aficionados ubicados en la esquina sureste del estadio, justo donde realizó el equipo merengue el calentamiento previo al partido. «Luka, Luka Modric, Modric», «Karim, Karim, Karim Benzema», «Alé Real Madrid, alé, ale». Los cánticos y vítores a los jugadores fueron constantes, y ellos lo agradecieron con aplausos recíprocos.

El partido comenzó con dos anomalías. El himno de la Champions a unos decibelios propios de la majestuosa procesión del Silencio de Granada, y cambio de campo por parte del Madrid, algo que provocó el abucheo de la parroquia local, en especial hacia Thibaut Courtois, odiado por la que durante cuatro años fue su casa. Gritos, insultos, cortes de mangas, provocaciones… No le faltó de nada al aterrizaje del belga en la portería.

El larguero de Vini a los diez minutos no inmutó a Ancelotti, como tampoco lo hacía la insistente lluvia sobre Stamford Bridge. Sí quedó mosca con la amarilla a Militao, por la doble consecuencia de la misma. Un central amonestado con 76 minutos por delante, y sanción de cara a la vuelta. Carletto se desahogaba con Davide, pero ya no tenía solución.

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El técnico blanco volvió a su pose tranquila a pesar de los dos goles casi consecutivos de Benzema. En el primero, toalla de Adidas a la cabeza para secarse el pelo y mensaje a Nacho, que había dejado de calentar: «Un poco más, un poco más», le decía. Militao llevaba minutos con molestias en la cadera y no daba total tranquilidad su estado. De hecho, tras el 0-2, el brasileño se acercó a hablar con Ancelotti, insinuándole que quizás no podía seguir. Carletto le convenció de lo contrario en una corta conversación de diez segundos. A continuación, otra vez toalla a la cabellera y gorro, que gentilmente le ofrece Chendo. Al abrigo que también le trajo el delegado dijo que no. Le valía con su gabardina.

La doble ventaja del Madrid sí era celebrada con júbilo en el mini Bernabéu de la esquina sureste: «Así, así, así gana el Madrid»; «qué viva España» y «Gibraltar, español», cantaban la afición blanca

En el banquillo local, Tuchel se desesperaba. A James no dejaba de gritarle que estuviera más atento a su espalda, masacrada por Vinicius. El gol de Havertz calmó al técnico germano, pero por poco tiempo. La clara ocasión marrada por Benzema sacó de nuevo la ira del técnico germano, insatisfecho por el balance defensivo de los suyos. Añadió uno Turpin, y a la caseta. Camino de los vestuarios, Benzema y Alaba debatían intensamente. Los médicos esperaron a Militao, que ya parecía recuperado.

«Al suelo, al suelo»

Su frustración iría a más en el 46, con el híbrido error de Mendy y Rudiger. El cuerpo técnico del Madrid se abrazaba con júbilo, menos Ancelotti. Sus celebraciones iban por dentro. Solo le alteraba el estado físico de Militao, que también se fastidio la rodilla y se tuvo que marchar en el 64, no sin antes la desesperación de Ancelotti: «Al suelo, al suelo», le gritaba desesperado para detener el partido y realizar el cambio.

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Con Benzema fue distinto. En el 80, Ancelotti le llamó para decirle que le iba a cambiar. Karim le pidió cinco minutos más. Carletto accedió y avisó a Bale que estuviera listo. Ceballos también fue llamado por el italiano. Los calambres de Valverde no le permitieron continuar. El 1-3 hasta permitió ciertos lujos finales a Ancelotti.

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