Thursday, April 18

Champions | Chelsea – Real Madrid: Las cenizas de Roman Abramóvich, el oligarca ruso al que ama Stamford Bridge


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Fulham Road, la carretera que circula por los aledaños de la zona sur de Stamford Bridge tiene dos accesos al estadio del Chelsea,
rival del Madrid esta noche (21.00 horas, Movistar Liga de Campeones), ida de los cuartos de la Champions. Uno de ellos, Britannia Gate, conduce a la grada oeste, la principal, en cuya unión con el fondo sur alberga la Chelsea FC Megastore, la tienda emblema del club londinense. Cerrada, como todas las demás, tras la sanción impuesta al club por la propiedad de magnate ruso
Roman Abramóvich, este comercio tiene una peculiaridad.

En su interior alberga algunos de los trofeos conquistados por el Chelsea, entre ellos, algunos de los que ha levantado en los últimos diecinueve años, desde que Roman Abramóvich comprara el club en el verano de 2003, por 199 millones de euros (85 por la propia adquisición y 114 más por las deudas).

Hasta la llegada del oligarca ruso, el Chelsea era un equipo de barrio que solo ganó una liga inglesa, tres FA Cup, dos Copas de la Liga y dos Community Shields, y no siempre competía en la primera categoría. Tras la llegada de Roman, en su palmarés hay cinco Premier y cinco FA Cup más, otras tres Copas de la Liga, dos nuevas Community Shield, dos Champions, dos Europa League, una Supercopa de Europa y un Mundial de Clubes. El salto es evidente.

«Esta tienda es especial por el tema de las copas, sobre todo las dos Champions, que tanto nos costó ganar», explica Jack, un universitario que desafía el cielo plomizo de Londres con una camiseta de manga corta a la caza de algún saludo, autógrafo o, quién sabe, el premio gordo de una fotografía con alguna de las estrellas del Madrid, cuyo entrenamiento está programado a las 19.00, hora local.

Ha venido acompañado de dos amigos, Rees y Sophie. Los tres son hinchas blues que observan con incredulidad todo lo que le está pasando al Chelsea desde hace cinco semanas, duramente castigado por la
invasión rusa de Ucrania: «Abramóvich siempre ha sido muy querido. Todo lo bueno que nos ha pasado es gracias a él. Es normal que le cantemos y le vitoreemos», explican. Cerca de ellos camina Benedict, un señor de unos 50 años que se dirige hacia su casa tras terminar la jornada laboral: «Hay mucha hipocresía. Europa paga diariamente 800 millones de euros por el gas de Rusia y resulta que es Roman quién le ayuda a financiar la guerra», reflexiona irónicamente.

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Pancarta en Stamford Bridge en honor a Abramóvich
Pancarta en Stamford Bridge en honor a Abramóvich

Abramóvich poseía un patrimonio de 5.000 millones en 2003, cuando compró el club. Hoy es de 12.100 millones, y antes de la guerra llegó a ser de 16.000. Un notable enriquecimiento logrado, entre otras cosas, gracias a sus negocios con
Vladímir Putin, como la jugosa venta en 2005 de la petrolera Sibnet a
Gazprom, por 11.000 millones de euros, con el presidente ruso de por medio. Algo que también habría sucedido con la compra del Chelsea, aunque el Kremlin y el propio Roman lo han desmentido siempre: «No hay pruebas de que eso fuera así. Otra falsedad, de las muchas que se dicen de él», asegura un empleado del club.

Sus negocios con Putin le han costado la congelación de todos sus activos en el Reino Unido, que son bastantes, no solo el Chelsea, sobre todo en el apartado inmobiliario. Ahí acumula alrededor de 70 propiedades valoradas en más de 300 millones de euros. Por eso, anda con prisa por deshacerse de las dos más valiosas: el Kensington Palace Gardens, mansión de quince dormitorios localizada al oeste de la City, con un valor de 180 millones de euros; y un ático en el propio barrio de Chelsea, comprado en 2018 por 26’5 kilos.

También cuenta con varios aviones privados, como el lujoso y
moderno jet Gulfstream G650ER, valorado en 50 millones, o un Bombardier Global Express tasado en 10 millones; dos helicópteros Airbus en la Isla de Man que, curiosamente, desaparecieron horas antes de ser sancionado; y dos yates, el Solaris, de 140 metros de eslora, valorado en 500 millones de euros y de mayor tamaño que el palacio de Buckingham; y el Eclipse, de 162 metros de eslora y 600 millones de coste. Ambos están atracados en Turquía, país aliado de Putin. El Solaris huyo de Barcelona y el Eclipse llegó desde aguas caribeñas.

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A pesar de tener la mayor parte de su patrimonio en busca y captura, el Chelsea no es un quebradero de cabeza económico para Abramóvich, sino afectivo. Para Roman es más importante la relación sentimental generada durante estas dos décadas que el dinero invertido, más de 2.000 millones de euros. Ser el dueño durante 19 años le ha dado poder, contactos y protección oligarca, lo que a su vez le ha generado ingresos paralelos de tal magnitud que ha amortizado de sobra su inversión.

Su obligada venta, que él valora en 3.000 millones de euros, quiere que vaya destinada a ayudar al pueblo ucraniano a través de la Fundación de la entidad blue, pero eso ya no depende de él. Un lavado de imagen al que se le suma el repetido anuncio, con luces y taquígrafos, de su participación en la ronda de negociaciones entre Kiev y Moscú, y se filtra un supuesto envenenamiento por el que temió por su vida, algo que el propio Gobierno ucraniano ha negado: «Necesita limpiar su reputación y ‘vender’ que es un hombre de paz», explica Joe, hincha del Tottenham que se ha acercado a Stamford Bridge para intentar a Modric.

Manifestación contra la familia Ricketts, uno de los posibles compradores del Chelsea
Manifestación contra la familia Ricketts, uno de los posibles compradores del Chelsea

Paralelo a todos estos movimientos, el Chelsea sigue con su día a día: «La plantilla está centrada en el final de temporada. Otra cosa será lo que suceda en verano y el proyecto que tengan en mente los nuevos dueños», explica una persona cercana al vestuario. El
sorprendente 1-4 ante el Brentford del pasado sábado fue la primera derrota desde el pasado 15 de enero. Es cierto que esta temporada no han alcanzado el nivel que les hizo campeones de Europa hace diez meses, pero siguen siendo un equipo que encaja pocos goles y no recibe apenas ocasiones.

Entre la plantilla ha hecho más ruido las salidas del tiesto de Lukaku y su relación tirante con Tuchel, que el adiós de Abramóvich. Fuera del verde, la alarma tampoco es tanta. Los empleados han cobrado sus soldadas correspondientes al mes de marzo y no está en peligro la viabilidad del club. En parte, gracias al propio gobierno inglés, cuyo castigo tiene ese componente de doble moral tan característico en Boris Johnson. Lo que al principio era una prohibición absoluta de todo, con el paso de las semanas ya no lo es tanto.
El Chelsea sí ha podido vender entradas para el partido contra el Madrid -habrá lleno y el dinero irá a las arcas de la Premier- y se le ha permitido a Abramóvich inyectar 30 millones de libras para evitar la quiebra del club. Es evidente que Premier, Federación inglesa y el Gobierno de Johnson no tienen la predisposición de fulminar uno de los clubes de fútbol más importantes de la isla y de la historia moderna del fútbol.

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El banco americano Raine Group, encargado de gestionar la venta, ya tiene seleccionadas las cuatro ofertas finalistas de las más de 200 que llegaron a su mesa: Martin Broughton, expresidente de British Airways y del Liverpool; la familia Ricketts, dueño de los Chicago Cubs de beisbol y de los New York Jets de la NFL, cuyo pasado y presente lleno de polémicas racista y homófobas no encandila a un sector de los aficionados del Chelsea; el multimillonario Stephen Pagliuca, propietario de la Atalanta y de los Boston Celtics; y un consorcio liderado por Hansjorg Wyss, Jonathan Goldstein y Tod Boehly, codueño de Los Ángeles Dodgers. El 18 de abril, como fecha tope, el Gobierno de Boris Johnson debe recibir en Downing Street la candidatura ganadora, y en un plazo máximo de diez días se llevará a cabo el relevo, poniendo fin a 19 años de Abramóvich en el Chelsea, el oligarca ruso que compró y perdió el Chelsea con Putin como aliado y villano: «Es la persona más importante de la historia del Chelsea», sentencia Benedict.

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