Thursday, April 18

Editorial ABC: Más daño al Bachillerato



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Después de que ABC avanzase días atrás las imposiciones del Gobierno en el nuevo currículo de la Educación Secundaria Obligatoria (ESO), con toda su dosis de sectarismo y adoctrinamiento, conforme a la nueva ‘religión’ de la izquierda, ahora es el turno del Bachillerato, donde no solo no se corrige esta tendencia, sino que se aumenta. ABC desgrana hoy en exclusiva las partes esenciales del nuevo Bachillerato, que demuestran que lo que menos importa al Gobierno es la educación de los jóvenes en libertad de criterio, competitividad en las aulas, o en mérito y capacidad. Solo se busca una uniformidad del alumnado sin asomo de exigencia, y una suerte de lobotomización intelectual masiva en la que lo único útil es el ensalzamiento de la izquierda como única ideología aceptable.

Apenas queda nada del aprendizaje real de contenidos, la memorización o la preparación objetiva de los jóvenes en virtud de la capacidad de cada cual. El Bachillerato, el más flojo y menos exigente de nuestra historia, queda así subsumido en una nebulosa de conceptos cuyo currículo huye de lo estrictamente académico para confluir en un modelo surrealista de enseñanza ajeno a la realidad.

El Gobierno da vía libre a realizar el Bachillerato en tres años por primera vez desde que se instauró, y además se permite aprobar esta decisiva fase educativa con suspensos, lo cual es inédito. Se borra de los libros la historia de España anterior a 1812, pero a cambio se introduce el estudio de los llamados ‘Objetivos de Desarrollo Sostenible’. Todo, en el más puro lenguaje del sanchismo. La ecología y el feminismo se insertan en Historia de la Filosofía, y la nadería del ‘lenguaje inclusivo’ fomentado por Irene Montero desde Igualdad se estudiará en Lengua. Como vienen denunciando diversos colectivos del ámbito educativo, las aulas se convertirán en ‘iglesias laicas’ para usar las asignaturas como instrumentos para moldear la conducta del alumno. La educación se configura como una ingeniería social en la que solo una tendencia ideológica, una visión monocolor de la vida, se convierte en referencia de la bondad social mientras se criminaliza la contraria.

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Los títulos se expedirán así a mansalva, haya aprendido el alumno o no. Cuando apruebe, habrá sido gracias a esta especie de catecismo curricular que permite una promoción generalizada. Todos los contenidos están trufados de la misma idea con que el Gobierno aprobó la asignatura Valores Cívicos y Éticos en la ESO. El espíritu consiste en impregnar todo de orientaciones ‘éticas’ sobre un objetivo superior, que es la protección del ‘bien común’. Eso sí, no define qué es ese bien común. Solo que se alcanza si el alumno sigue a rajatabla el guion que impone el progresismo, porque lo conservador es regresivo. Está claro que no quieren alumnos, sino un ejército de autómatas felices sin estudiar y sometidos a toda esa impronta retórica del consumo responsable, la sostenibilidad, la alimentación saludable, las identidades colectivas, la ecología social, el ecofeminismo solidario… Palabrería hueca y contaminante para que el alumno vincule inconscientemente la alimentación saludable con la izquierda, como si la derecha promoviese solo comida dañina. Todo se basa en una cierta visión redentora, buenista y artificial de la realidad frente a la dureza que caracteriza al estudio, o frente al concepto de autoridad del profesor, que queda arrumbado en beneficio de una cosmovisión sanchista de la realidad. Nunca como ahora se hizo tanto daño a la educación.

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