Saturday, April 20

el encuentro entre dos cesiones históricas que condenaron al pueblo saharaui


El
volantazo de Pedro Sánchez con la autonomía del Sahara es un nuevo menosprecio a sus socios en el Gobierno, Unidas Podemos, pero también una traición a la historia reciente del PSOE y a la idea del referéndum de independencia que ha defendido siempre la izquierda. Además, al reconocer el plan de autonomía marroquí, el Gobierno no solo se ha ganado las
críticas de la oposición y de los miembros de su propio partido, sino que, por contradictorio que parezca, se ha acercado a la posición adoptada por el último Gobierno franquista, que cedió el protectorado a Marruecos y Mauritania en contra de la ONU.

. Y quien ha cedido, finalmente, ha sido Sánchez, como ya hizo España el 14 de noviembre de 1975 con el famoso Acuerdo Tripartito de Madrid, que se saltó la legalidad internacional en contra de la resolución de la Comisión Europea tras la Marcha Verde: «El Polisario es la única fuerza política dominante en el territorio. La inmensa mayoría de la población desea la independencia».

El actual Rey de Marruecos realizó esta última declaración de intenciones durante su discurso en la televisión nacional con motivo del 46º aniversario de la histórica movilización impulsada por su padre,
Hasán II, en la que 350.000 marroquíes civiles y 25.000 soldados cruzaron las fronteras de la entonces colonia española con el argumento de que esta no le pertenecía a los saharauis, sino a ellos. Fue una invasión en toda regla camuflada de marcha pacífica con el objetivo de presionar a España para que legitimase la anexión del Sahara Occidental que estaba a punto de descolonizar.

Sin duda, Hasán II aprovechó el momento crítico que atravesaba la dictadura con motivo de la enfermedad de
Franco, que se encontraba en esos momentos en sus últimos días de vida. En esta ocasión, el presidente Sánchez ha sucumbido «ante la presión y el chantaje» de Marruecos como «peaje» para retomar las dañadas relaciones políticas y diplomáticas entre ambos países, como sostiene el Frente Polisario. Su delegado en España, Abdulah Arabi, afirmó en una entrevista a Europa Press que el Gobierno español lleva años «intentando agradar constantemente a Marruecos», jugando con una «ambigüedad» que, en su opinión, no le corresponde como «potencia administradora» de un territorio pendiente de descolonización.

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«Liberar el Sahara expoliado»

Hasán II en su momento y Mohamed VI ahora se han mostrado siempre intransigentes con respecto al conflicto territorial que Marruecos mantiene con los saharauis, apoyados por Argelia, desde que el régimen franquista abandonó el Protectorado hace medio siglo tras una
Marcha Verde poco pacífica. Sobre todo, porque la aviación marroquí acabó atacando a la población saharaui con Napalm 174 y fósforo blanco, según denunció el recién creado Frente para la Liberación de Saguia el-Hamra y Río de Oro –el conocido Frente Polisario–, que en aquellos momentos estaba liderado por Mustafá Sayed.

Mientras el
régimen español tomaba una decisión, la compañía estatal de la aviación marroquí, la Royal Air Maroc, y su filial, la Royal Air Inter, anunciaron su propósito de inaugurar un vuelo directo entre Casablanca y El Aaiún. Los planes estaban claros y Marruecos no parecía muy dispuesto a retroceder. Hassan II, de hecho, ya hacía semanas que anunciaba su propósito de «liberar nuestro Sahara expoliado», de la misma forma que Mohamed VI subrayaba en su discurso que «la ‘marroquinidad’ del Sahara nunca estará en la agenda de ninguna transacción».

Este proceso tiene su origen en el ingreso de España en la ONU en 1955, lo que obligó al Gobierno franquista a someterse a los principios en materia de descolonización. La presión de esta organización en la década de los 60 obligó a España a fijar un referéndum de independencia para 1975 que nunca se celebró. Se puede decir, por lo tanto, que el Gobierno franquista regaló a Marruecos las llaves del Sáhara y que Sánchez, 46 años después, le ha entregado definitivamente las escrituras de la casa a una monarquía que, según la legalidad internacional, podría ser considerada ‘okupa’.

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«Hasta la victoria final»

El presidente del Gobierno lo ha hecho, además, en contra de la postura adoptada por el PSOE desde la Transición. Cuando se firmó el
Acuerdo Tripartito de Madrid en 1975, Felipe González proclamó que los saharauis iban a «vencer en su lucha» y que el PSOE estaría de su lado «hasta la victoria final», pero ni esta ha llegado ni el socialismo está ya con ellos. Al contrario de lo que ocurre ahora, al entonces aspirante a presidente español no le convencieron las palabras de Hasán II, que rebajó su tono, eso sí, tras recibir el Sáhara: «No hay ni vencedores ni vencidos, sino dos países que abren una nueva etapa en sus relaciones».

La guerra que se desencadenó a continuación entre Marruecos y el Frente Polisario duró 15 años y provocó la dispersión de la población saharaui a un territorio casi inhabitable de Argelia. El alto el fuego se firmó en 1991, pero Hasán II ya había bautizado al territorio como «Provincias del Sur», en un evidente gesto de posesión. Desde entonces, los secretarios generales de la ONU han tratado de solucionar un conflicto por diferentes vías, que incluyeron un
Plan Baker I y II, en 2000 y 2004, respectivamente, que nunca fueron aceptados porque como incluían una posibilidad de «independencia» con el mencionado referéndum.

El 12 de enero de 1976, el último gobernador general español del Sáhara Occidental,
Federico Gómez de Salazar, justificó la posición del régimen así, pocos minutos después de arriar la bandera nacional y marcharse: «Quienes piensan que España ha capitulado ante Marruecos están equivocados. No deben olvidar que se ha evitado mucha sangre y el luto de muchas familias españolas en una horrible contienda armada. No queríamos provocar una matanza (en la Marcha Verde) y desistimos de la violencia». Y añadió: «España tiene la conciencia tranquila por haber hecho todo lo posible para concederles la autodeterminación, pero las constantes acciones del Frente Polisario nos han obligado a aceptar esta postura tripartita».

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La criticada ambigüedad

El Gobierno de Sánchez ha sido mucho más ambiguo sobre las razones por las que ha
abandonado la postura tradicional de España y se ha puesto del lado de Rabat: «Este Gobierno reconoce los esfuerzos serios y creíbles de Marruecos en el marco de las Naciones Unidas para encontrar una solución mutuamente aceptable […]. Hoy iniciamos una nueva etapa de la relación con Marruecos basada en el respeto mutuo, el cumplimiento de los acuerdos, la ausencia de acciones unilaterales y la transparencia y comunicación permanente».

Sánchez ha alegado también que el plan de autonomía marroquí es «la base más sólida, realista y creíble para resolver este contencioso histórico», acabando así con el sueño de la independencia. Sin embargo, no ha dado muchos datos sobre este plan, que consiste en delegar algunas competencias a la población saharaui, pero dentro de un Estado fuertemente centralizado que sigue asumiendo la mayor parte de competencias. En concreto, las más importantes: defensa, exteriores, moneda, bandera y religión.

El expresidente del Gobierno, José María Aznar, ha manifestado este martes que, con su decisión, el Gobierno «ha cometido un error de consecuencias históricas que pagaremos muy caro, además con factores adicionales como el energético». El malestar ha penetrado igualmente en las filas socialistas, pues nadie ha salido a defender a Sánchez. La presidenta de Baleares, Francina Armengol, por ejemplo plasmaba así su desacuerdo: «Es importante respetar y defender uno de los valores más universales: los derechos humanos. El pueblo saharaui merece vivir en paz y libertad». El diputado vasco Odón Elorza, por su lado, lamentó: «Me duele el abandono de causas justas. Ante el pragmatismo y la geoestrategia siempre pensé que los socialistas podíamos abrazar causas justas».

Y lo que es más importante: la
Comisión Europea le ha recordado que la solución para el Sáhara debe respetar las antiguas resoluciones de la ONU.


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