Tuesday, March 26

El Juan Sebastián de Elcano rinde homenaje a los fallecidos en el pesquero Villa de Pitanxo



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El comandante del buque-escuela, Manuel García Ruiz, en nombre de toda la dotación, ha expresado el «profundo pesar […] y apoyo a la familia de las víctimas, así como nuestro aliento a los buques que continúan en las labores de búsqueda de los desaparecidos». La ciudad de Marín es el hogar de muchos marineros y también de la Escuela Naval de Marín, que refleja su acción por los mares por medio de sus guardiamarinas y oficiales
a bordo del Juan Sebastián Elcano
, lo que hace inevitable que «la localidad de Marín esté presente en los corazones de todos los oficiales de la Armada», según ha explicado el comandante. Con esa tristeza, la dotación ha formado en cubierta para entonar al unísono La Muerte no es el final, como gesto solemne a los difuntos.

Esta crónica es mi humilde aportación al recuerdo de los marineros del
Villa de Pitanxo y sus familias.

El tiempo se detiene navegando, pero a la vez los días se marchan junto al viento que impulsa las velas del Juan Sebastián de Elcano. Han pasado ya cinco días desde que salimos de Cádiz y parece que llevamos un mes de travesía.

La vida a bordo sigue una rutina de guardias diarias y nocturnas las 24 horas al día, que se suma, durante el día, a las clases de los guardiamarinas, el mantenimiento del buque y las horas de deporte, además de las comidas. La diana suena a las siete menos veinte de la mañana para aquellos que no están de guardia y siguen durmiendo en sus sollados. Después de un rápido desayuno de café y tostadas con aceite, los guardiamarinas empiezan con sus clases y la dotación con trabajos de limpieza y puesta a punto del buque. Algunos marineros pulen la cubierta (la dejan seca, en jerga militar) para después cubrirla con productos que la protejan de la humedad y el agua.

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El ejercicio es fundamental en un barco. Antes del bocadillo de media mañana, los guardiamarinas tienen casi una hora de deporte obligatorio para mantener la forma durante los seis meses del crucero. Durante casi una hora, la cubierta se convierte en un gimnasio improvisado, con bicicletas estáticas, pesas y un saco de boxeo. Después continúan con sus clases de navegación, derecho marítimo e historia naval, mientras el resto de dotación sigue trabajando hasta mediodía.

Para las comidas tenemos un horario europeo. El primer turno es a la una y el segundo a las dos. Las cenas son a las siete y las ocho. Eso sí, los menús, por ahora, nos trasladan de vuelta a España, con comida casera de diferentes regiones españolas. Es una pequeña muestra del papel que juega esta embajada flotante como mensajera de nuestra gastronomía.

La tarde sigue con más clases y trabajos hasta la hora del ocaso, cuando la dotación entona la oración, con la que, me incluyo, queremos desear las buenas noches a todos los familiares de marinos que se encuentran en la mar actualmente: Tu que dispones de viento y mar haces la calma y la tempestad, ten de nosotros señor piedad, piedad señor, señor piedad. Dotación y alumnos, buenas noches.


[Sigue aquí el diario de a bordo del Juan Sebastián Elcano]

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