Tuesday, April 16

El otro país que detuvo a Rusia: las lecciones que Putin olvida de la debacle de Stalin en Finlandia


Soldados finlandeses descansan en 1939 – ABC

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Poco hay de comunista en el conflicto ucraniano. El carácter imperialista de la guerra planteada por el
zar del siglo XXI Vladimir Putin se ha plasmado a lo largo del mes de combates. Impera la
doctrina Brezhnev por encima de la leninista. Y no es algo nuevo. En noviembre de 1939, con Iósif Stalin al frente de la URSS, el Ejército Rojo invadió Finlandia en lo que fue, según el ABC de la época, una réplica de la política exterior de la Rusia zarista: «Con Pedro el Grande y Catalina se llegó al Báltico y al mar Negro, pero su aspiración no se limitaba allí, sino que encerraba también el Mediterráneo Oriental e, indirectamente, Montenegro hacia el Adriático». La llamada Guerra de Invierno esconde mil similitudes más con la actual.

Entre ellas, la capacidad de un país minúsculo de resistir a la apisonadora que representaba el Kremlin.

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El mismo ABC publicó en marzo de 1940 una columna de opinión que hacía referencia a que, a pesar de haber sido derrotada, la pequeña Finlandia había logrado una «victoria moral» sobre el gigante soviético que sería difícil de olvidar para el Camarada Supremo:

«Nadie creyó que la guerra rusofinlandesa duraría más de dos semanas. Sobre un pequeño país supercivilizado, hecho para la paz, se arrojaba un pueblo semisalvaje con un ejército de millones de hombres bien armados bajo la férula de un cómitre como Stalin, de intenciones perversas. No era posible que Finlandia resistiese la atroz avalancha. El milagro se hizo, sin embargo. Hemos visto cómo, durante tres meses y medio, el minúsculo ejército finlandés, en horrorosa flexión, ha contenido el alud soviético; cómo ha abordado, con hechos gloriosos, una historia de guerra casi mítica; cómo un día y otro, el orgullo ruso era abatido por el valor de los que defendía su propio suelo contra la invasión. Pero la capacidad de resistencia de un pueblo no es ilimitada».

Hacia el fin

El origen del conflicto se remonta a los años en que
Adolf Hitler y Iósif Stalin se repartieron Polonia. Días turbios en los que nazismo y comunismo andaban cogidos de la mano mientras el mundo vivía una escalada de violencia similar a la que hoy sufre Europa. Para entonces, el líder soviético ya se había anexionado también Lituania, Letonia y Estonia, y andaba más que ansioso por expandirse por otros territorios presentes en Europa. «La URSS sigue paso a paso la política de la Rusia zarista. No debe sorprendernos esta actitud de Moscú, pues es la geografía la que impone la orientación internacional de los Estados», explicaba ABC en 1939.

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Iósif Stalin, artífice de la Guerra de Invierno+ info
Iósif Stalin, artífice de la Guerra de Invierno

Así fue como sus ojos se tornaron hacia Finlandia, una región que, de estar bajo su poder, le garantizaría una salida directa al mar Báltico y, además, le permitiría desplazar sus fronteras lejos de 
Leningrado, demasiado cerca de los posibles enemigos. Por pedir que no quede, debió pensar el líder soviético. Así que, demostrando tener más tez que espalda, invitó a una delegación de Finlandia al Kremlin el 14 de octubre de 1939 para convencer a sus integrantes de que lo mejor que podían hacer era aceptar la hoz y el martillo. Algo que, como explica el historiador y periodista Jesús Hernández en su obra ‘Breve historia de la Segunda Guerra Mundial’, terminó haciendo entre «amenazas y compensaciones».

Los emisarios regresaron a su país y, un mes después, declinaron la oferta de la URSS. Si los finlandeses tardaron tiempo en responder, a Stalin no le ocupó ni unas pocas horas decidir qué hacer. «Rusia rompe sus relaciones diplomáticas con Finlandia y prepara a su ejército. Molotov anuncia medidas militares. Preocupación en los países bálticos. Se teme una agresión inmediata de los Sóviets», explicaba ABC el 30 de noviembre. Llevaba razón el reportero. Esa misma jornada, y sin previa declaración de guerra, el
Ejército Rojo asaltó el país. Este periódico lo explicó al día siguiente: «La actitud provocadora de Moscú no dejaba la menor esperanza de una solución pacífica. La agresión era premeditada, más claramente que en cualquier otra guerra».

Defensa a ultranza

Aquella jornada, el Séptimo Ejército ruso avanzó hacia la frontera para penetrar en el territorio de su nuevo enemigo. A su vez, el Ejército Rojo tampoco tardó en movilizar sus numerosos carros de combate, como bien explica Chris Bellamy, profesor de Ciencia y Doctrina Militar, en su obra ‘Guerra absoluta’. Por su parte, y al contrario de lo que hicieron los polacos, los finlandeses se retiraron a una sólida línea defensiva desde la que poder rechazar las acometidas. A partir de ese momento comenzó la Guerra de Invierno; una contienda destinada a ser un paseo militar para Stalin. Sin embargo, encontró en aquellas gélidas tierras un escollo que sus inexpertas tropas no pudieron sortear: la determinación de las tropas locales. ¿Les suena?

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«La resistencia finlandesa fue feroz y la actuación soviética, pese a su abrumadora mayoría numérica, fue pésima. Muchas de las unidades soviéticas desplegadas inicialmente eran de Asia Central […] y no estaban entrenadas ni equipadas para la guerra invernal», señala el popular historiador Martin H. Folly en su ‘Atlas de la Segunda Guerra Mundial’. Además, el Ejército Rojo se encontró con unos finlandeses que sabían que su país
tenía el invierno como potencial aliado. «La falta de preparación del ejército soviético para combatir en el invierno se debió en parte a estimaciones sumamente optimistas sobre la duración de la campaña», explica Bellamy.

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El mismísimo mariscal soviético Voronov señaló lo duro que le había resultado a sus hombres luchar en una región llena de nieve a unas temperaturas tan bajas: «Las tropas estaban mal preparadas para operaciones en bosques y para enfrentarse a temperaturas bajo cero. […] En el clima gélido de Finlandia, los mecanismos de las armas semiautomáticas fallaron». El ejército finlandés, además, usó un tipo de combate muy característico: el de la guerra de guerrillas.

Así, mientras que los rusos apostaban por mover sus gigantescos contingentes de infantería por carreteras concurridas, los defensores prefirieron esconderse en los bosques y atacar solo cuando les era propicio. Y no era mala idea, pues el Ejército Rojo tenía cien soldados por cada uno finés.

«Moviéndose por estrechos senderos en los bosques o esquiando silenciosamente, las tropas finlandesas caían como fantasmas sobre los aterrorizados soldados rusos, para poco después esfumarse en la niebla. Ante la falta de armamento adecuado, los fineses recurrieron a la imaginación para destruir los tanques enemigos, inventando el artefacto incendiario que sería luego conocido como “cóctel molotov”», explica Hernández. ABC, por su parte, recalcó que, a pesar de resistir, Finlandia estaba abocada a firmar una paz injusta con Rusia: «Crece el pesimismo en cuanto a la duración de la guerra y en cuanto a las consecuencias que tendrá para el futuro de la civilización».

La Ucrania de 1939

Finlandia fue una suerte de Ucrania actual. A lo largo del conflicto, unos y otros apoyaron y criticaron la invasión. Gracias a ABC podemos saber, por ejemplo, que el entonces expresidente de los Estados Unidos Herbert Hoover hizo campaña en favor del país: «El llamamiento ha provocado un verdadero diluvio de telegramas que llegan de todos los lugares de EEUU. Las organizaciones, los periódicos, las personas, han acogido de forma cálida la obra emprendida y prometen una colaboración inmediata y eficaz». Y otro tanto pasó con Francia: «Un senador pide la ruptura de la relaciones con la URSS». Incluso el
Tercer Reich clamó por la paz a través de su embajador en Moscú. Curiosa ironía.

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Al igual que en Ucrania, la aviación soviética se ensañó contra la población y con sus viviendas. ABC hizo referencia también a ello: «El comunicado finlandés anuncia que la criminal aviación bolchevique ha vuelto a bombardear varias ciudades abiertas, causando daños y víctimas». Uno de los enclaves que más sufrió fue la capital, Helsinki: «Se oyeron tremendas explosiones, acompañadas por el fuego nutrido de las baterías antiaéreas. Se cree que los daños causados no son de gran importancia. En el ‘raid’ tomaron parte nueve aviones soviéticos, en grupos de tres, que lanzaron unas cincuenta bombas».

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Por si fuera poco, y siempre en palabras de los reporteros enviados a la zona, varios aeroplanos se dejaron caer a baja altura y ametrallaron a hombres, mujeres y niños por igual.

Pero ni eso les sirvió. Stalin, desesperado ante la imposibilidad de hacerse con la región, cambió de comandante y envió, mes a mes, más material de guerra. Medio millón de soldados después, el Ejército Rojo rompió la línea del frente en febrero de 1940. El valor y la determinación no podía durar de forma eterna. Todo terminó tras más de tres meses de combates, con un tratado de paz ratificado el 12 de marzo de ese mismo año. «Finlandia cede a la Unión Soviética el Itsmo de Carelia, incluso Viborg, el litoral del Ladoga y una base militar en la península de Hangoe», explicaba ABC.

Con todo, y aunque fue una derrota sobre el papel, este y otros tantos periódicos calificaron de «victoria moral finlandesa» el resultado. Poco después, la Segunda Guerra Mundial se generalizó y cambió el tercio.

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