Thursday, March 28

Estas son las inventoras españolas del siglo XXI


La maestra de escuela Ángela Ruiz Robles inventó en los años cuarenta del siglo pasado ‘el libro mecánico’, considerado un precedente del libro electrónico. Margarita Salas patentó en 1989 la ADN polimerasa del virus phi29, una proteína que permitía que pequeñas cantidades de ADN se amplificaran hasta hacer posible un estudio genético. Por ejemplo, un cabello en la escena de un crimen. Este hallazgo con un sin fin de aplicaciones es la patente que más dinero ha reportado al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1,2 millones de euros al año hasta que expiró. No son muchos los ejemplos de inventoras en España, donde durante mucho tiempo una mujer en un laboratorio era algo exótico. Por fortuna, desde entonces la

 presencia femenina ha aumentado en los laboratorios y centros de investigación. Y algunas han pasado de poner su nombre en un ‘paper’ a hacerlo en una empresa o un producto. La batería de papel, el exoesqueleto para niños o un simulador para la presbicia tienen ‘madres’ españolas. Con motivo del ‘Día de la mujer y la niña en la ciencia‘, que se celebra este viernes, seis investigadoras con buenas ideas explican sus proyectos. Que inventen, también, ellas.

Susana Marcos
Susana Marcos – Ernesto Agudo

Susana Marcos – Simulador para las operaciones de presbicia

«Vi todos mis estudios subrayados en una multinacional y me lancé»

La física Susana Marcos (Salamanca, 1970) tiene a sus espaldas 21 patentes en el campo de la oftalmología y la corrección de la visión. Una de sus ideas, desarrollada en su empresa ‘2EyesVision’, es un simulador portátil llamado ‘SimVis’, que muestra a los pacientes cómo va a mejorar su visión antes de someterse a una operación de presbicia o cataratas. Así, «puede comprobar, sin tocar el ojo, el resultado de diferentes lentes intraoculares y elegir la mejor», dice. Algo con un gran potencial, ya que, como recuerda, «a partir de los 45 años, el 100% de la población sufre presbicia». Otro de sus inventos es ‘Quick See’, un aparato similar a unos prismáticos que mide la dioptrías con solo apretar un botón y que puede llevarse para realizar diagnósticos en el tercer mundo. A caballo entre EE.UU., donde es directora del Centro de Ciencias de la Visión en la Universidad de Rochester, y Madrid, como profesora del Instituto de óptica del CSIC, Marcos dice que se lanzó al mundo empresarial al ver «todos nuestros estudios científicos subrayados en la visita a una multinacional. Si teníamos impacto con las publicaciones, también podíamos hacer productos que mejorasen la calidad de vida de los pacientes». Su trabajo ha sido reconocido con numerosos galardones, desde el Jaime I en Nuevas Tecnologías, al Premio Nacional Leonardo Torres Quevedo en el área de Ingenierías.

Neus Sabaté muestra su batería de papel
Neus Sabaté muestra su batería de papel – Fundación BBVA

Neus Sabaté – La batería de papel

«Es dificil tener una carrera investigadora en España»

Neus Sabaté (Tarragona, 1976), investigadora del Instituto de Microelectrónica de Barcelona (CNM-CSIC), se hacía el test de embarazo de su segundo hijo cuando, al leer las recomendaciones del envoltorio, se le ocurrió una gran idea. En vez de realizar pruebas que requieren contaminantes pilas de botón, ¿por qué no crear una batería de papel? Este invento recibió en 2020 el Premio de Física, Innovación y Tecnología de la Real Sociedad Española de Física (RSEF) y la Fundación BBVA. Sabaté lo desarrolla en su propia empresa, Fuelium, y asegura que es barato, ‘verde’, de un solo uso y con el mismo ciclo de vida del producto del que es fuente de energía. De forma sencilla, se trata de una tira de papel con dos electrodos de materiales no tóxicos que reaccionan con un fluido humano, ya sea orina, sangre o saliva. ¿Para qué se podría utilizar? Las aplicaciones van desde un test de embarazo (la idea original) hasta pruebas de diagnóstico de enfermedades infecciosas como la malaria, la tuberculosis o el sida en África. O incluso el Covid. También podría utilizarse como un parche para detectar la fibrosis quística en el sudor de los bebés. ¿Obstáculos? «En España es difícil tener una carrera investigadora. Y esto vale para hombres y mujeres», afirma.

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Rocío Arroyo
Rocío Arroyo – Pablo Ballester

Rocío Arroyo – Test para detectar el cáncer en la sangre

«No solo muñecas. Las niñas deben recibir juguetes tecnológicos»

La madrileña Rocío Arroyo, CEO de la firma biotecnológica Amadix, desarrolla un análisis de sangre que detecta el cáncer incluso con más de una década de antelación en personas asintomáticas. El test más avanzado es el de colon, aunque también trabaja con su equipo en los de páncreas y pulmón, cuyos síntomas empiezan en un estadío avanzado y la supervivencia es, desgraciadamente, baja. La prueba todavía no está comercializada, pero promete convertirse en un gran avance en la detección temprana de estas enfermedades, ya que es sencilla y poco invasiva para el paciente. Arroyo fue finalista a los Premios de la Unión Europea (UE) a mujeres innovadoras. Y su compañía ya está presente en distintos países de Europa, EE.UU. e Israel. Cree que el camino de las jóvenes hacia las carreras STEM debe empezar desde muy pronto. «En vez de reducir los regalos de las niñas a muñecas, pulseras y maquillaje, deberíamos fomentar su curiosidad con juguetes tecnológicos y experimentales», afirma, al tiempo que pide más visibilidad de las mujeres científicas en los libros de texto, «para que sirvan como modelos. Hay muchas, ¿por qué no aparecen?».

En cuanto al escándalo de la millonaria estadounidense Elisabeth Holmes, que pretendía revolucionar la industria de los test médicos con solos unas gotas de sangre y ha sido condenada por fraude, «desde luego hace daño y crea desconfianza. En ese caso había mucha opacidad. Los resultados deben ser mostrados y aparecer en revistas de alto impacto», señala.

Mª del Mar Valés, en su laboratorio
Mª del Mar Valés, en su laboratorio – Ernesto Agudo

Mª del Mar Valés – Test de anticuerpos contra el Covid-19

«Soy líder de grupo y todavía me preguntan: ‘¿quién es tu jefe?’»

Al frente de su equipo en el Centro Nacional de Biotecnología CNB-CSIC, la investigadora Mª del Mar Valés desarrolló un test para detectar anticuerpos frente al Covid-19 en colaboración con varios investigadores. Sencillo, barato y casi 100% fiable, apareció en el mercado en otoño de 2020. «Nuestro trabajo habitual es el estudio de la inmunología tumoral -campo en el que este equipo tiene varias patentes y colabora con la industria-, pero cuando llegó la pandemia nos pidieron colaborar con lo que podíamos. Nos desviamos de nuestro camino durante un tiempo para poder ayudar», afirma Valés. Lo que no sabía era hasta qué punto. La patente de esta herramienta fue
cedida por el CSIC a la OMS para que pueda fabricarse a muy bajo precio en países del tercer mundo. Valés dice que, como muchos científicos, trabaja por pura vocación, motivación que anima a cada vez más mujeres a interesarse por su campo, la biomedicina. El problema es que «muchas se quedan en las etapas tempranas de la carrera y no optan por puestos de responsabilidad». Y a las que llegan a ser responsables de grupo «todavía nos pueden preguntar después de una conferencia ‘¿quién es tu jefe?’. Si firmas un estudio conjunto, muchos piensan que el compañero masculino es el que tiene la voz cantante, aunque el orden en la lista de autores indique que has dirigido el trabajo». Dicho esto, también trabajo con muchos hombres en igualdad de condiciones».

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Pilar Gayán Sanz
Pilar Gayán Sanz – Fabián Simón

Pilar Gayán Sanz – Materiales transportadores de oxígeno

«La tecnología está disponible. Solo hace falta el dinero»

Producir energía sin emisiones de carbono y de forma más barata a partir de residuos como los purines de cerdo. Eso es, de forma muy resumida, a lo que se dedica Pilar Gayán Sanz, investigadora del Instituto de Carboquímica (ICB), dependiente del CSIC. Su equipo lleva dos décadas investigando acerca de cómo capturar el dióxido de carbono en procesos de producción de electricidad, calor, hidrógeno o biocombustibles, una de las alternativas más prometedoras para sustituir a los carburantes tradicionales. «Es una tecnología muy novedosa que trata de reducir las emisiones de CO2 a la atmósfera aparte de tener mucho menor coste», explica la investigadora, quien es coinventora de cinco patentes relacionadas con esta disruptiva tecnología. Basándose en una idea de los años 50, su equipo desarrolla materiales nuevos que pueden transportar oxígeno para producir energía, además, si se utiliza un combustible renovable, el proceso permite retirar el dióxido de carbono de la atmósfera. La viabilidad de esta tecnología ha sido demostrada en instalaciones a pequeña escala como la de su central zaragozana, que produce 50 kilovatios en una infraestructura de cuatro metros de altura. También han colaborado con investigadores alemanes, que han llegado a producir hasta un megavatio de potencia. «Necesitamos dar un paso más allá, que una empresa invierta para llegar a los 10 o 30 megavatios y demostrar que es viable de forma comercial. La tecnología está disponible. Solo hace falta el dinero», señala.

A nivel personal, explica que, aunque es consciente de que el sector energético no es precisamente un terreno «demasiado femenino» (de hecho, cuando realizó su tesis entró a formar parte de un grupo formado solo por hombres), el ICB es una ‘rara avis’, con varias mujeres al frente de la institución. «Es cierto que cuando miras los datos o vas a congresos te das cuenta de la realidad y de todo lo que queda por hacer, aunque yo personalmente no lo haya vivido así”, afirma, no sin destacar que ciertamente el llamado ‘techo de cristal’ sigue siendo una asignatura pendiente para la ciencia. «Desde hace años existe una masa crítica de investigadoras; pero esto no se corresponde con los puestos de representación. Ahí es donde más nos hacen falta políticas de discriminación positiva y días como el 11F son muy importantes para su visibilidad».

Elena García Armada
Elena García Armada – Archivo

Elena García Armada – Exoesqueleto pediátrico

«Llegar a ese punto de tener un dispositivo único en el mundo capaz de ayudar a millones de personas es realmente apasionante»

Todo empezó con la visita de Daniela, una niña que quedó tetrapléjica por un accidente de tráfico. Sus padres se acercaron al CSIC preguntando si había una tecnología que pudiera lograr que su hija volviese a caminar. En ese momento, no existía. Así que el equipo de Elena García Armada se puso a pensar en la solución. «A partir de ahí, comenzamos a trabajar en algo para lo que no había literatura científica: exoesqueletos para la rehabilitación del paciente pediátrico», cuenta a ABC esta ingeniera industrial nacida en Valladolid que hoy es coinventora de otras ocho patentes. «Las más relevantes, a nivel personal y profesional, han sido las cuatro últimas vinculadas a los exoesqueletos de marcha, tanto pediátricos como de adultos. Llegar al punto de tener un dispositivo único en el mundo capaz de ayudar a millones de personas es realmente apasionante», afirma. En la actualidad, su empresa, Marsi-Bionics, trabaja en la mejora de sus exoesqueletos infantiles, Atlas 2030, además de su rodilla robótica MAK, que se usa para la rehabilitación de la cirugía de rodilla y del ictus.

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Pero el camino, dice, ha sido complicado. Más aún por el hecho de ser mujer. «Se nota en el ámbito científico. En nuestro caso, el esfuerzo tiene que ser doble. Nos cuesta más que se nos reconozca los méritos. Y nos cuesta más tenerlos porque tenemos más cargas», reconoce. Pero no solo en investigación, también en el ámbito empresarial. «Cuando un proyecto está liderado por una mujer recibe menos financiación. Las empresas que dirigen hombres reciben hasta 34 veces más de inversión y sin embargo, la recuperación de ese dinero, la rentabilidad de la inversión, es mayor en las que dirigen mujeres, por lo que está claro que la situación no se deriva de ningún fundamento empírico». Sin embargo, se muestra optimista con el futuro: «Creo que estamos en el camino gracias al esfuerzo de muchas personas que han trabajado y están trabajando por la igualdad. Si pensamos cómo éramos hace 25 años o 50 años vemos el gran avance que se ha producido. Pasa también en mi campo, la ingeniería y la robótica. Somos muy pocas en esta materia pero cada vez son más las mujeres que se apasionan con la ingeniería. Estamos abriendo camino que aprovecharán las nuevas generaciones».

Marta Miguel
Marta Miguel – M. M.

Marta Miguel – ‘Carne’ vegetal Leggie

«Ha sido un camino muy largo, pero tenemos mucha ilusión puesta en este proyecto»

Marta Miguel, investigadora del Instituto de Investigación en Ciencias de Alimentación, centro mixto del CSIC y la Universidad Autónoma de Madrid (CIAL-CSIC-UAM), y Marta Garcés, investigadora y profesora de la UFV, llevan años estudiando sobre comida. Concretamente, creando ingredientes que no solo sacien, sino que también mejoren la salud de quien los toma. Ellas están detrás de la famosa clara de huevo hidrolizada que el chef Mario Sandoval utiliza en su cocina de vanguardia. «Después de trabajar con él nos dimos cuenta de que, a veces, los científicos estamos algo separados de las necesidades reales de la gente. Teníamos muchas ideas guardadas en el cajón, pero nos percatamos de que había que atender a otros criterios, como el sabor», explica Marta Miguel a ABC. Empezaron a investigar en base a matrices vegetales, y vieron que la algarroba, un fruto que aporta proteínas de calidad y alta digestibilidad -del que, además, España es principal exportador mundial-, podía ser perfecta. «Y no solo eso, necesita muy poca agua para crecer y su huella de carbono también es muy baja», añade. Así, crearon Leggie, un ingrediente sustitutivo de la carne que puede ser utilizado igual que la soja texturizada. Ambas acaban de crear su propia empresa,
Ilike
, para comercializar su invento. «Ha sido un camino bastante largo, pero tenemos mucha ilusión puesta en este proyecto».


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