Friday, April 19

Fernando García Sánchez: La amenaza nuclear: sí, existe


La guerra en Ucrania continúa, la crisis humanitaria crece y Ucrania recibe apoyo desde Europa y América.

La agresión de Rusia a Ucrania está cambiando a la Unión Europea y la autopercepción de occidente.

La guerra de Ucrania no es un conflicto regional que afecte sólo a las fronteras. Es un conflicto de valores, donde la imposición de los valores autocráticos y nacional-populistas rusos pretenden dominar a los valores occidentales, defensores del individuo y de la libertad.

 carácter humanitario, energético o económico financiero, sino por su previsible influencia en el futuro de nuestra forma de ser, de nuestra forma de vivir, de nuestro estado de bienestar.

El planteamiento estratégico ruso incide en los tres dominios clásicos: la ciberseguridad, bloqueando y limitando las capacidades ciber de la sociedad ucraniana; la acción informativa y psicológica para resquebrajar la capacidad de resistencia de la sociedad y del Gobierno de Ucrania; y la acción física, de carácter militar, ofensiva, desarrollando un programa previsto de ‘targeting’ que elimine físicamente capacidades militares o civiles vitales para la defensa de Ucrania y debilite la moral de victoria del pueblo ucraniano.

Parece que Rusia se retrasa en conseguir sus objetivos físicos sobre el terreno y psicológicos sobre la sociedad y el Gobierno ucraniano.

El presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin, pone en alerta máxima y de forma abierta, —guerra de la información—, sus fuerzas de ataque nuclear, justificando la medida, como una reacción ante las declaraciones «agresivas» de los líderes occidentales. No creamos que es una alerta retórica.

Esta guerra, —podemos llamarla «operación técnico-militar», podemos definirla como «acciones integradas para influir»…—, como toda guerra, provoca muerte, destrucción y sufrimiento. Tiene un provocador, responsable ante el resto del mundo, pero, hasta ahora, apoyado en su nación, el presidente de la Federación Rusa. Y tiene una nación, Ucrania, atacada, que resiste y pelea heroicamente en inferioridad de condiciones militares, manteniendo su moral de victoria y su voluntad de vencer.

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La guerra de Ucrania sigue las pautas de las guerras del siglo XXI, una integración de acciones diplomáticas, informativas, militares y económicas en los tres dominios —el informativo-psicológico, el ciber y el físico— y un proceso continuo de «acción, reacción, negociación».

Las acciones provocan reacciones. También movimientos de aproximación o separación de la mesa de negociación, y ya comienzan conversaciones entre Ucrania y Rusia, sin alto el fuego.

En este ambiente, no podemos olvidar que Rusia posee armas nucleares. Tampoco que el presidente Putin ha establecido su estado de alerta y que su estrategia y doctrina operativa cuenta con utilizarlas. A nivel táctico, para solucionar una situación enquistada, provocando un «estado de confusión» que arrastre al adversario a la mesa de negociación o a la rendición; o como un «ataque nuclear único de advertencia» para finalizar una crisis regional.

De acuerdo con D. Sergueyevich Amirov Belova (‘Revista del Instituto Español de Estudios Estratégicos’, nº17, de 2021), Rusia cuenta con más de un millar de armas nucleares tácticas.

El informe ‘Nuclear Matters 2020’, también citado por el anterior, divide la historia de las armas nucleares en tres eras: la guerra fría de 1945 a 1992, destrucción mutua asegurada; desde 1992 a 2018, donde se gestiona el desarme nuclear dentro del contexto de la «pax americana»; y una tercera era, donde Rusia y China aumentan su protagonismo, desde el 2018 hasta hoy. Una era de rearme, de modernización de los vectores de lanzamiento y de las cargas explosivas, la introducción del ciberespacio y del espacio exterior como dominios militares y de competencia hegemónica multipolar.

En esta guerra en Ucrania, Rusia, con capacidades nucleares tácticas modernizadas, puede llegar a ser una fiera herida en su orgullo y su prestigio, que se identifican con el orgullo y prestigio de su presidente.

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Ante esta situación, es urgente y necesario impulsar y apoyar un proceso de alto el fuego y negociación que minimice el riesgo nuclear.

A Ucrania le interesa, cuanto antes, una pausa operativa, un alto el fuego e inicio de conversaciones de paz, para suavizar la crisis humanitaria y reforzar, dentro de sus posibilidades y ayudas externas, sus posturas defensivas.

A Rusia le interesa, asimismo, esta pausa operativa para reforzar sus cadenas logísticas y redefinir su estrategia de ‘targeting’.

¿Qué otros factores pueden llevar a los contendientes a negociar? ¿Cuál sería su estado final deseado, tras la negociación? El conocimiento de las respuestas a estas preguntas nos daría pistas sobre las posibles líneas rojas y franjas de cesión aceptables por ambos bandos.

A Rusia le gustaría conseguir la rendición o huida del enemigo e imponer sus intereses en Ucrania. Pero, ¿cuánto tiempo puede aguantar sin conseguirlo…? ¿Cuántas bajas propias y ucranias puede asumir? ¿Qué capacidad de apoyo social remanente le quedará al presidente Putin cuando sume esfuerzo, bajas, dificultades económicas de las élites y del pueblo y campañas de información desmoralizantes?

No cabe duda de que, cuanto mayor resistencia presente Ucrania, más nos acercaremos al punto decisivo que provoque el alto el fuego y la negociación.

La situación final deseada para Ucrania podría ser la salida de las fuerzas invasoras rusas de su país, la finalización de las acciones en el ciberespacio y de propaganda y la firma de un acuerdo de paz que consolide sus derechos como Estado soberano.

Esta situación final deseada ucraniana se enfrentaría a la situación final deseada rusa que podría ser: que el gobierno actual de Ucrania dimita y le sustituya un gobierno títere de Moscú. O bien, que el gobierno de Kiev reconozca, de alguna forma, la autonomía del sudeste del país, es decir convertir la actual Ucrania en dos Estados, uno pro-europeo y otro pro-ruso.

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Aquí es donde llegamos al punto crucial en el que Rusia, o el presidente Putin en su nombre, pueda decidir la utilización de armas nucleares tácticas en terreno ucraniano: para provocar una «situación de confusión» o «pre-finalización de crisis regional» que le dé la iniciativa en la mesa de negociación, para imponer su situación final deseada.

Este riesgo sólo puede minimizarse con la presión internacional e interna que arrastre, lo antes posible, a Rusia a un alto el fuego. Y a una conferencia de paz, de carácter internacional, que consiga eliminar el riesgo de una solución bilateral Rusia-Ucrania, apoyada por un ataque nuclear táctico de efectos, siempre devastadores, pero controlados tácticamente en el corazón de Ucrania.

Para conseguir esta conferencia de paz, de carácter internacional, habría que integrar en el proceso todos los elementos de influencia que Occidente pueda presentar ante Rusia, de carácter militar-disuasorio, diplomáticos, económicos, financieros, energéticos y de seguridad.

La Unión Europea, tras la invasión de Ucrania por parte de Rusia, será distinta. La prioridad y urgencia de aumentar la integración en los niveles políticos, de seguridad y defensa y conseguir la autonomía estratégica, se ha puesto en evidencia.

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Fernando García Sánchez es almirante retirado y ex Jefe del Estado Mayor de Defensa


www.abc.es

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