Thursday, April 18

John Lee, un policía para gobernar el nuevo Hong Kong


Pekín
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No hay líder más apropiado para este nuevo, por autoritario, Hong Kong que un policía. Sin embargo, él prefiere llevar su trayectoria al terreno metafórico. «Esto será una nueva sinfonía y yo seré su director», proclamaba el pasado fin de semana John Lee, hasta ahora número dos del Gobierno local, al presentar su candidatura al puesto de jefe del Ejecutivo. «Juntos tocaremos una nueva pieza para Hong Kong», continuaba, coplero.

Lee comparte apellido con el personaje más famoso en la historia moderna del territorio, así como su afición por la mano dura. Ahora bien: si Bruce defendía la importancia de «ser como el agua», palabras convertidas en lema de las protestas prodemocracia, John prefirió recurrir a la porra para acallarlas.

Su labor como jefe de Seguridad se volvió mucho más sencilla cuando sus llamados por un nuevo marco legal fueron escuchados en Pekín. Desde allí el Partido Comunista
impuso en junio de 2020 una Ley de Seguridad Nacional que criminalizaba la disidencia en Hong Kong: el principio del fin de los derechos y libertades que diferenciaban a la excolonia del resto del continente. Lee empleó de inmediato sus prerrogativas contra oposición, medios de comunicación y manifestantes, a los que tachaba de «terroristas» y «separatistas». Estos últimos, más afables, se referían a él como «Pikachu», por la similitud fonética de su nombre completo en cantonés, John Lee Ka-chiu, con el del adorable «pokemon».

Su diligencia represora no pasó desapercibida en el extranjero, haciéndole merecedor de un lugar honorífico en las sanciones impuestas por Estados Unidos. Tampoco en China: en junio de 2021 fue ascendido al puesto de secretario jefe, segundo en el escalafón del territorio; refrendo de que su carrera seguía una evolución que, pronto, alcanzará lo más alto.

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Años ha, el joven Lee no parecía destinado al liderazgo. Corría 1997, tiempo de descuento de la época colonial, cuando se incorporó a la Policía como un veinteañero tímido y sin estudios. Tras una trayectoria apocada pero ascendente, en 2012 dio el salto a la política como comisionado adjunto de Seguridad. Para hacerlo tuvo que renunciar a la nacionalidad británica, que todavía ostentan su mujer e hijos: augurio de que su porvenir estaría atado al de Hong Kong.

Uno de sus primeros viajes oficiales le llevó a Xinjiang, provincia china donde el Partido Comunista ha puesto en marcha campos de reeducación por los que según datos de organismos internacionales han pasado más de un millón de personas de la etnia local uigur. A su regreso, Lee detalló a los diputados hongkoneses que dichas «medidas antiterroristas» eran «humanas» y constituían una estrategia que «merecía la pena estudiar».

La oportunidad definitiva llegó la semana pasada, cuando la actual jefa del Ejecutivo, la denostada Carrie Lam, reveló que no se presentaría a la reelección por «motivos familiares». Acto seguido, Lee dio un paso adelante. «Si el Gobierno Popular Central acepta mi dimisión, me prepararé para las próximas elecciones», adelantó de inmediato. El curso de los acontecimientos demuestra que cuenta con el visto bueno del Partido Comunista. Aquel imita ya sus modos: presentó su candidatura en una conferencia de prensa que duró menos de cinco minutos y en la que no admitió preguntas.

Lee cuenta también con el apoyo de la élite económica local. Los cuatro mayores magnates inmobiliarios afirmaron en sendos comunicados considerarle la persona adecuada para mantener la estabilidad.

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Más seguridad nacional

Lee es el candidato favorito por antonomasia: el único. Una ausencia de alternativas representativa, una vez más, de un tiempo nuevo en la excolonia. «Su selección (…) indica la prioridad de cuestiones relacionadas con seguridad nacional sobre otras. Esto probablemente acelerará la trayectoria actual de Hong Kong, que le conduce a perder su papel de centro global», apuntaba un informe reciente de la consultora Eurasia.

El aspirante no ha tardado en demostrar en campaña que las suposiciones apuntan en la dirección adecuada. Una de sus prioridades, ha declarado, consistirá en implementar una ley local de seguridad, de acuerdo al artículo 23 de la Ley Básica, que al marco impuesto por la normativa china añadirá supuestos como la «traición» o el «robo de secretos de Estado». «Es [necesaria] para la estabilidad de Hong Kong, sin ella no habrá prosperidad», ha señalado.

Para hacerse con el puesto que ambiciona, Lee tendrá que lograr el apoyo de una mayoría de los casi 1.500 delegados del Comité Electoral, órgano bajo control de sectores prochinos. Los 7,4 millones de habitantes del territorio no tienen voz ni voto en la elección: de tenerlo, el candidato albergaría pocas esperanzas. Su índice de aprobación como secretario jefe se sitúa en un 34,8 por ciento según una encuesta reciente del Instituto de Opinión Pública de Hong Kong, la cifra más baja desde que asumió el cargo.

Lee se convertirá así en el quinto jefe del Ejecutivo en la historia moderna de Hong Kong. Este jurará el cargo el próximo 1 de julio; fecha que coincide con el 25º aniversario de la devolución de soberanía y punto central del medio siglo durante el que China debía respetar los derechos y libertades del territorio: un proceso finiquitado con 25 años de antelación.

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