Wednesday, April 17

Kamishyn, el hombre que protege los trenes del éxodo


Moscú
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Cuando las sirenas de alerta aérea comenzaron a sonar en Kiev, Oksana cogió a su hija de cinco años y salió disparada a la estación central de la capital donde subieron a un tren en dirección a Leópolis. Esa misma madrugada, en la capital ucraniana, un hombre desconocido para ella y responsable del sistema de ferrocarriles ucraniano, se convertiría más tarde en su salvador.

El pasado 24 de febrero cuando estalló la invasión rusa ordenada por
Vladimir Putin, Olaksandr Kamyshin se despidió de su esposa con un beso, se tomó un selfie con sus dos hijos y se montó en un pequeño tren que se mantiene en constante movimiento. Desde su interior, gracias a un teléfono soviético y con apenas internet controla una red de una longitud de más de 23.000 kilómetros.

Gracias a él, el protector de los trenes del éxodo, millones de ucranianos han podido huir del horror de la guerra.

Olaksandr Kamyshin
Olaksandr Kamyshin

Desde que comenzó la guerra, 33 empleados ferroviarios han sido asesinados cuando reparaban las vías destrozadas por los ataques rusos. «Seguiremos reparando las vías cuando se detiene el bombardeo. Mantendremos los trenes en funcionamiento todo el tiempo que podamos. No hay otra opción», dice Kamyshin a un reportero de la BBC que se empotró durante 24 horas en el vagón donde el responsable viaja.

Su equipo estima que ha podido desplazar a más de 3,6 millones de ucranianos a la frontera con Polonia. Mujeres, niños y personas mayores, porque los hombres entre 15 y 60 años no tienen permitido salir del país.

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Pero Kamyshin no solo hace posible que los ucranianos salgan a salvo de su país, sino que trasladó de manera segura a tres primeros ministros de la Unión Europea. Mateusz Morawiecki (Polonia), Petr Fiala (Chequia) y Janez Jansa (Eslovaquia) entraron y salieron hace dos semanas de la capital ucraniana, asediada por los rusos, para sostener un encuentro cara a cara con el presidente Volodimir Zelenski.

Buscado por los rusos

Kamyshin, de 37 años, se ha convertido en el segundo hombre más importante del país. En un mes pasó de ser casi un fantasma al artífice del éxodo ucraniano en tiempo de guerra y coordina desde la clandestinidad a más de 231.000 empleados.

Los rusos han puesto un precio a su cabeza. Él lo sabe, por eso cambia todos los días su plan de viaje. «Nunca te quedes en un mismo lugar por demasiado tiempo. Nunca tengas una rutina que los rusos puedan descubrir», repite como mantra. Kamyshin solo baja del tren para hablar con los empleados o para sostener reuniones oficiales con el Gobierno de Kiev.

Antes de convertirse en el responsable de la red ferroviaria ucraniana, era un hombre de negocios. Su gestión al frente de la principal vía de escape, lo ha llevado a formar parte del círculo cerrado y de máxima confianza del presidente Zelenski y a trabajar codo a codo con el ministro de Defensa Kubala. Deben evacuar a la población ucraniana cuando disminuye el riesgo de ser bombardeados durante el trayecto: de noche y con las luces apagadas para no ser descubiertos por los rusos.

«Las vías son golpeadas a diario. Nuestra gente arriesga su vida cuando decide subir el tren. Pero nosotros los seguiremos salvándolos del asedio de las bombas», asegura el hombre que lleva la cabeza medio rapada.

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Toneladas de ayuda

Pero la vasta operación tiene que ser calculada milimétricamente en papel sobre un gran mapa de
Ucrania desplegado en una mesa. Los horarios deben actualizarse constantemente para evitar un ataque ruso. En tiempos de guerra, un error puede acabar con la vida de miles de personas en un minuto. Sus trenes pasaron a moverse de 160 kilómetros por hora a apenas 60. A pesar de todo los obstáculos, siguen en funcionamiento.

Los trenes ucranianos han servido para movilizar al ejército, artillería pesada, armas y aprovisionamiento para la guerra. También han movilizado toneladas de ayuda humanitaria donadas por Occidente a las ciudades más asediadas por las tropas rusas. Pero sobretodo han sido el vehículo fundamental para evacuar a casi cuatro millones de personas víctimas de un conflicto bélico, forzados a salir con lo puesto por la catastrófica situación en el interior del país.

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