Thursday, April 18

La ciencia española en riesgo por colaborar con los rusos


Madrid
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Varios equipos de investigadores españoles siguen las noticias sobre la guerra en Ucrania con una inquietud particular. Tienen proyectos en marcha con científicos rusos o ucranianos que ya han quedado paralizados o penden de un hilo como consecuencia de la invasión o de las sanciones impuestas contra Putin. En algunos casos, sus trabajos han requerido décadas de esfuerzo e inversiones millonarias. En el peor escenario, temen por la seguridad de sus colegas.

Uno de los grandes golpes se lo ha llevado la exploración de Marte. La Agencia Espacial Europea (ESA) anunció el lunes que el lanzamiento de su primer rover en el planeta rojo, previsto para este año en colaboración con la rusa Roscosmos, será «muy improbable». La razón son las medidas coercitivas impuestas a Rusia por la Unión Europea.

El vehículo Rosalind Franklin, que forma parte del programa Exomars de 1.300 millones de euros, lleva a bordo varios instrumentos españoles: el espectrómetro RLS (Raman Laser Spectrometer), para ayudar a identificar rastros de vida, y unos pequeños sensores ambientales en el módulo de aterrizaje ruso. «Ahora habrá que esperar dos años (por la ventana para el lanzamiento) y quién sabe qué pasará entonces», dice Javier Gómez-Elvira, del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA). La cantidad de hardware ruso involucrado es enorme. «No hay colaboración posible. Es el momento de tomar este tipo de decisiones», asegura el investigador.

Recreación del rover europeo Rosalind Franklin
Recreación del rover europeo Rosalind Franklin – ESA
Rafael Bachiller: «No sé hasta qué punto debemos compartir conocimiento que puede ser utilizado con fines dudosos»

El astrónomo Rafael Bachiller también teme por la Red Europea de Interferometría (EVN), un conjunto de radiotelescopios repartidos desde España (observatorio de Yebes, en Guadalajara) hasta Rusia para estudiar el universo con la misma técnica empleada en 2019 para la fotografía del agujero negro en la galaxia M87. «Es muy importante que tengamos las antenas rusas (Quasar), porque cuanta más separación hay entre todas ellas, mayor es la resolución. Pero supongo que esto también se va a venir abajo», teme el científico, quien precisamente firmó en San Petersburgo el acuerdo para incorporar a Rusia al proyecto.

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«Todo esto es muy triste. Se me parte el corazón. Los científicos rusos que conozco son personas encantadoras y están deseando colaborar. La ciencia no tiene fronteras. Pero aquí se mezclan asuntos que son supracientíficos», señala Bachiller. Sin embargo, la gravedad de la escalada bélica lo cambia todo. «No sé hasta qué punto debemos compartir conocimientos tecnológicos si luego pueden ser utilizados por sus dirigentes con fines dudosos. La radioastronomía va siempre ligada a las radiotelecomunicaciones y la ingeniería, de gran interés militar. Es un dilema», reflexiona.

Un telescopio puntero

La Confederación de Sociedades Científicas de España (COSCE) y otras sociedades de referencia pidieron el miércoles el cese de cualquier cooperación científica con instituciones estatales rusas «con efecto inmediato hasta nuevo aviso». Un día después, la ministra de Ciencia, Diana Morant, anunció que revisará las colaboraciones científicas entre los dos países en el marco de la UE. Alemania fue el primer país en suspenderlas, menos de 48 después de que cayeran las primeras bombas. Ayer incluso apagaron un instrumento para observar agujeros negros instalado en un satélite ruso.

Ana Inés Gómez de Castro: «Romper lazos en las ciencias del espacio perjudica a toda la humanidad»

Si esto ocurre también aquí, una gran iniciativa en riesgo es el Telescopio Espacial Mundial-Ultravioleta (WSO-UV), una colaboración entre España y Rusia y, en menor medida, Japón. Ana Inés Gómez de Castro, catedrática de Astronomía y Astrofísica en la Complutense de Madrid, es la investigadora principal en nuestro país. «El proyecto es extraordinario, puntero y, para nosotros, un privilegio. Cuesta unos 400 millones de euros y casi toda la inversión es rusa», explica. El desarrollo del observatorio, cuyo lanzamiento está previsto para 2025, marchaba tan bien que ya se habían empezado a otorgar los tiempos de observación. Gómez de Castro espera que nada cambie: «Romper los lazos en la colaboración en ciencias del espacio perjudica a toda la humanidad», asegura. Ha trabajado quince años en el telescopio, que servirá para estudiar exoplanetas (mundos fuera del Sistema Solar) y la estructura de la galaxia, entre otros fines. Incluso recibió el apoyo de la ONU. «Somos una gran familia con los rusos -comenta-. Ellos han visto crecer a nuestros hijos y nosotros a los suyos».

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El codirector de Atapuerca Juan Luis Arsuaga, autor de varios artículos junto a colegas rusos -entre ellos la recuperación de ADN antiguo del suelo, sin necesidad de huesos fósiles-, tampoco está a favor del boicot. «Es un tema delicado, pero hay que recordar que la voz que se ha oído contra Putin es la de los científicos», dice en referencia a la
carta abierta firmada por 5.000 investigadores y divulgadores rusos en la que condenaban el ataque.

«Lo peor está por llegar»

La ciencia rusa es especialmente fuerte en matemáticas y física. El Congreso Internacional de Matemáticos (ICM), en el que se entregan las prestigiosas medallas Fields -el ‘Nobel’ en este campo-, es una cita ‘sagrada’ a la que acuden miles de académicos de todo el mundo. Iba a celebrarse en julio en San Petersburgo, pero finalmente será virtual y se albergará fuera de Rusia. El Comité Español de Matemáticas (CEMat) fue una de las sociedades que pidió la suspensión del evento. El matemático de origen ruso Andrei Jaikin, profesor de la Autónoma de Madrid (UAM), considera que lo peor de la guerra «está por llegar. Saber cómo afectará a nuestro trabajo todavía es prematuro».

Sin embargo, Luis Viña, presidente de la Real Sociedad Española de Física (RSEF), cree que las investigaciones conjuntas, que son habituales, «se van a resentir. Hace poco recibimos a un físico de Moscú para impartir una conferencia sobre fotónica y materiales avanzados. Eso hoy es imposible», reconoce, al tiempo que asegura que se ‘autocensura’ cuando escribe a sus colegas rusos para no ponerles en peligro.

El reactor de fusión ITER
El reactor de fusión ITER – Archivo

En el sincrotrón ALba, un acelerador de partículas en Cerdanyola del Vallès (Barcelona) que actúa como un grandioso microscopio, están previstos varios experimentos sobre nuevos materiales de equipos rusos en los próximos meses. Si se decide poner fin a la cooperación, se cancelarán y se sustituirán por otros. No supone un problema, no hay mucho trato comercial.

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Pero el gran proyecto de la física en cooperación internacional es el ITER, un intento de construir un reactor de fusión en el sur de Francia, en el que Rusia también está involucrada. Qué va a ocurrir con esta colaboración todavía está en el aire. La instalación va con retraso y se ha parado recientemente por unas pruebas de seguridad. Ni Rusia ni el ITER perderían mucho si se dejan el uno al otro.

Ana Riesgo: «No sabemos si nuestros colegas ucranianos están en el frente»

No es solo la colaboración con Moscú la que está en juego, también la que existe con científicos ucranianos, aunque sea escasa. Ana Riesgo, bióloga en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid, participa en el European Reference Genome Atlas (ERGA), el nodo europeo de un ambicioso proyecto internacional para secuenciar todas las especies del planeta, al que también contribuye Ucrania. «No tenemos noticias de nuestros colegas ucranianos. No sabemos nada: si están en el frente, si han salido del país», admite la investigadora con preocupación. Han decidido poner a disposición de sus compañeros sus equipos de secuenciación y estudian cómo podrían acogerles en caso de que se reanude el contacto, «aunque eso ya no dependerá de nosotros. Todo está en el aire».

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