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la cuenta pendiente de Rusia con Polonia


Madrid
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La historia alternativa de Putin es una y se escribe en línea recta y directa hacia la victoria pasada o futura, tachando a las voces críticas de traidoras o de rusofobia, y condenando al ostracismo a la historia extraoficial, porque siguiendo el manual de su admirado Stalin: «La violencia es el único medio de lucha y la sangre el carburante de la historia». Y es así como las masacres de Bucha o de Mariúpol son el eco de hechos pasados. Katyn es un interrogante y una cicatriz que sigue abierta y revelando que todo empieza o termina en una fosa común. Mientras, Putin pone a prueba ante el mundo lo que decía uno de los hermanos Marx, «¿A quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?».

María José Pérez del Pozo, profesora de relaciones internacionales de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), relata que la historia de Katyn se remonta al inicio de la Segunda Guerra Mundial. El pacto germano-soviético de no agresión implicaba la repartición de Polonia, una mitad la ocupaba Alemania y la otra la Unión Soviética, «
lo que permitió a Stalin capturar a miles de oficiales del ejército polaco, que no eran una fuerza militar profesional, sino que habían sido reclutados para la guerra. Eran abogados profesores, pilotos, maestros… Y la idea era privar a Polonia de su élite. Primero, los encarcelaron, y posteriormente los trasladaron en tren hacia la zona de Katyn, que actualmente está dentro de la Federación Rusa, en Smolensk. En el bosque de Katyn mataron a más de 25.000 hombres y fueron enterrados en una fosa común en 1940», explica la profesora.

El problema para la URSS comenzó cuando Alemania rompe el pacto de no agresión, con la Operación Barbarroja en 1941, y llega a Katyn. Los alemanes hicieron cavar en la zona fruto de las habladurías de la gente del pueblo, y aparecieron los restos de varios cadáveres, pero las prioridades eran otras y sellaron las tumbas con una cruz de abedul. Será un par de años después cuando el coronel de la Wehrmacht, Friedrich Ahrens, siguiendo el rastro de un lobo en enero de 1943 encontró los restos humanos y Goebbels usó cínicamente lo sucedido como muestra de lo que eran capaces los rusos.

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Pero antes de eso, el Primer Ministro del Gobierno polaco en el exilio, el general Wladyslaw Sikorski, había viajado a Moscú en diciembre de 1941 y le había preguntado directamente a Stalin por el p
aradero de los oficiales polacos que habían sido hechos prisioneros, y de los que su familia no tenía ninguna noticia. Stalin sostuvo la versión de que habían huido de los campamentos alemanes en los que estaban apresados a Manchuria, que está a más 6.000 kilómetros de Polonia. Eso provocó que Sikorski pidiera que la Cruz Roja Internacional llevase a cabo una investigación de lo ocurrido. Sin embargo, el 4 de julio de 1943, Sikorski y su hija morían en `circunstancias extrañas´ al estrellarse el avión en el que viajaban.

Apertura o rechazo

Pese a los intentos fallidos de Sikorski, los germanos dieron con las fosas y, según explica la profesora Pérez del Pozo, «Alemania invitó a organizaciones internacionales no gubernamentales al proceso para dejar claro que no fueron ellos los que mataron a los oficiales polacos. La Unión Soviética negó la autoría, y cambiaron la versión que habían mantenido hasta entonces, acusando a los nazis de la masacre y de un montaje. Pero el nudo que maniataba a los prisioneros era un nudo típico ruso».

Los forenses que hicieron las autopsias concluyeron que los oficiales habían sido asesinados antes de 1941 con un tiro en la nuca, aunque las balas eran alemanas. Este detalle se explica porque los nazis habían entregado varias partidas de sus armas a los soviéticos para la invasión de Polonia en 1939. La Walther era el arma típica
de la Gestapo alemana, además de una forma del ejército soviético de cubrirse las espaldas. Es lo que se llama una operación de bandera falsa, llevada a cabo por los soviéticos, pero con la intención de hacerla pasar como un crimen de las tropas alemanas.

«Rusia seguirá usando la propaganda de desnazificación el 9 de mayo con sus soldados; si no, tendría que enviarlos a defender un régimen de oligarcas y corruptos y eso no vende», afirma la profesorda de la UCMCon la caída de la Unión Soviética quedó claro que Stalin ordenó la matanza

Cuando el Ejército Rojo volvió a ocupar Katyn, la NKVD, que es la antecesora del KGB, colocó pruebas falsas para respaldar al Kremlin y continuar con la pantomima. Como matiza Pérez del Pozo, «durante los Juicios de Nüremberg no se le atribuyó esa matanza a los alemanes. Pero tampoco se hizo mención a que el culpable era la Unión Soviética, dado que en aquella época la URSS era un aliado y no podían permitirse perderlo». De hecho, documentos desclasificados por el Archivo Nacional de Estados Unidos en 2020 expusieron la complicidad del presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt y el primer ministro británico, Winston Churchill. En una carta de Roosevelt a Stalin dice que el líder polaco, Wladyslaw Sikorski, se equivocó al presionar para conseguir una investigación de Katyn, «Me inclino a pensar que el primer ministro Churchill encontrará una forma de convencer al Gobierno polaco en el futuro para que actúe con más sentido común».

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Será con la caída de la Unión Soviética cuando saldría a la luz un documento de alto secreto que dejaba claro que Stalin había ordenado la matanza. En 1940, Lavrenti Beria, al mando de la NKVD, le proponía en dicho documento la eliminación de los oficiales polacos. Beria acusaba a los detenidos de estar «llenos de odio por el sistema de gobierno soviético». Por ello, solicitaba «el castigo más extremo: la muerte por fusilamiento».Con la Perestroika, Mijail Gorbachov reconoció la responsabilidad de su país en las matanzas de Katyn. Posteriormente, Boris Yeltsin envió al gobierno polaco archivos con datos sobre la masacre; pero de los 183 tomos sobre Katyn solo les entregaron 148.

Para más «inri», la profesora Pérez del Pozo comenta que «en 2010 Putin hace un reconocimiento de la situación e invita al Gobierno polaco a conmemorar en Katyn el aniversario. Para ello viajaron en avión el presidente polaco, el primer ministro, el presidente del Tribunal Constitucional, la oposición y el director del Banco Central. Era un día de muy mala visibilidad y se recomendó al piloto ir a Moscú, al final, el avión terminó estrellándose».

Sin perdón

Fue entonces cuando el presidente ruso Dmitri Medvédev, para evitar la acusación de que fueron los rusos los culpables del accidente de avión, permitió que se publicasen copias electrónicas de documentos secretos, que a día de hoy están cerrados. También llegó a hacerse una película, `Katyn´, sobre el suceso, del director Andreu Wajda, hijo de uno de los hombres asesinados en Katyn. Konstantin Kosachev, hombre de confianza de Putin, dijo después de verla: «En realidad, Rusia no tiene que pedir perdón a Polonia por nada porque les salvaron de los nazis».La negación de los hechos y su misión de desnazificación como justificación sigue viva en Bucha y Mariúpol.

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Las autoridades rusas acusan a los propios ucranianos de la autoría de las fosas, a la CIA, al MI6 o al Mossad, incluso han dicho que las víctimas de la masacre son en realidad rusas y no ucranianas. Por su parte, el alcalde de la ciudad de Mariúpol, Vadym Boychenko, denunció que en las fosas puede haber entre 3.000 y 9.000 «En las fotos satelitales el sector de la fosa común en Mangush, área de Mariúpol, es 20 veces más grande que la de Bucha. Los rusos cavaron nuevas trincheras y las llenaron de cadáveres a diario durante todo el mes de abril. Nuestras fuentes informan que en esas tumbas los cuerpos se han colocado en varias capas». La cuestión es: ¿los crímenes de guerra en Ucrania correrán igual destino que el de Katyn?

La profesora Pérez del Pozo señala que «el Tribunal Penal Internacional ha actuado solo ante líderes que han sido vencidos, si Putin no es derrotado será difícil que a los oficiales y soldados rusos se los juzgue. Más aun teniendo en cuenta que el régimen ruso no ha firmado la jurisdicción de ese Tribunal. Mientras, Putin seguirá usando efusivamente la propaganda de desnazificación tanto el 9 de mayo,
Fiesta Nacional rusa de victoria sobre los nazis, como para mandar a luchar a los soldados. Si no, tendría que enviarlos a defender a un régimen de oligarcas y corruptos y eso no vende propagandísticamente». Al final, la pregunta es la misma: «¿A quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?».

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