Sunday, December 10

La guerra de Ucrania aparca la urgencia de la lucha climática


El combustible fósil que más contribuye al cambio climático está reflotando en Europa. Cuando parecía que el carbón tenía los días contados,
la guerra de Ucrania ha hecho que países como Alemania, República Checa, Reino Unido o Rumanía se replanteen sus planes a corto plazo. El país germano, por ejemplo, estudia mantener ‘en reserva’ centrales térmicas que había cerrado este mismo año. Antes de que esto ocurra, ya entre finales de febrero y principios de marzo, las centrales eléctricas de Europa han quemado un 52% más de carbón que en las mismas semanas del año pasado, según datos del Instituto Fraunhofer.

La guerra de Ucrania ha situado a Europa ante una contradicción en la lucha contra el cambio climático. A

 largo plazo, la apuesta por las energías verdes gana fuerza bajo la idea de la independencia energética. Pero a corto plazo, la necesidad de
prescindir del gas y petróleo rusos y asegurar el suministro están impulsando la creación de infraestructuras gasistas o el mantenimiento de otras, en el caso del carbón, que iban a ser clausuradas por sus emisiones de efecto invernadero.

El problema radica en que, según los expertos, el planeta apenas tiene ocho años de margen para poder limitar el calentamiento global a 1,5 grados reduciendo las emisiones de forma radical. Es un umbral de temperatura a partir del cual inundaciones, sequías o la
pérdida de biodiversidad se multiplican.

«Esto es una locura», dijo hace unos días el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, sobre la carrera por buscar suministros alternativos al gas ruso con más gas y petróleo de otros territorios. «Los países podrían verse tan consumidos por [cerrar] la brecha inmediata en el suministro de combustibles fósiles que descuiden o dejen de lado las políticas para reducir su uso», advirtió. Unas medidas a corto plazo que, según afirmó, podrían crear una dependencia a largo plazo de los combustibles fósiles y acabar con la oportunidad de mantener el planeta a 1,5º.

Una segunda vida para el carbón

«El cronograma para reducir las emisiones es extremadamente ajustado», dijo Guterres. Pero en Reino Unido, donde quedan tres centrales térmicas de carbón, se estudia alargar su vida útil. «En caso de fuerza mayor, tendremos que reiniciar las centrales de carbón –advirtió a principios de mes el ministro de Medio Ambiente de Rumanía, Barna Tánczos–. Esta solución pretende lograr la independencia en el menor tiempo posible». En Alemania, esta semana los partidos de Gobierno han acordado que «el cierre de las centrales eléctricas de carbón podrá quedar suspendido hasta nuevo aviso», informa AFP.

Also Read  Russia intensifies its attacks in Ukraine and causes the first deaths in Lviv

Se trata de medidas planteadas ante un posible embargo a las exportaciones de gas ruso o a un corte de suministro desde Moscú. Pero un aumento en el uso del carbón supone también un aumento de las emisiones de CO2, ya que se trata del combustible fósil más contaminante. Los cálculos de la ONU apuntan a que es necesario que las emisiones caigan a la mitad esta década, pero ya antes de la guerra se preveía que apenas lo harán un 7,5%.

«Nos equivocaremos si nuestras acciones de respuesta a la guerra hacen más difícil aún hacer frente a esa macrocrisis global subyacente», opina David Howell, de SEOBirdLife, en donde apuesta por acelerar el autoconsumo de energías renovables, el ahorro energético y la reducción del consumo de los combustibles fósiles.

Lara Lázaro, investigadora principal del Real Instituto Elcano asociada al programa de Energía y Cambio Climático apunta a que las propuestas para recuperar el carbón son «individuales». «A corto plazo tenemos que asegurar la energía», explica. Pero el relato europeo a largo plazo se basa en «la apuesta por un mayor despliegue de renovables», con inmensas inversiones hacia energías verdes que podrían impulsar la transición energética. Sin embargo, asegura la experta, si la guerra se alarga, alcanzar los objetivos climáticos «se va a hacer más difícil».

Infraestructuras gasistas duraderas

Más allá del repunte del carbón, que podría ser coyuntural, la clave está en las infraestructuras que podría impulsar la guerra. Tanto Alemania como Italia han anunciado nuevas regasificadoras, necesarias para transformar el gas natural licuado (GNL) que tendrán que importar por mar. También está la posibilidad de crear gasoductos, como el MidCat entre Cataluña y Francia, que no son inmediatos y sí altamente costosos.

Also Read  Ucrania tiene más tanques ahora que antes de la invasión gracias a los que ha capturado de Rusia

Según Lázaro, el mayor riesgo es precisamente el de crear infraestructuras que frenen la transición energética. «Es decir, que por responder de forma rápida y contundente a la dependencia de Rusia tomemos decisiones que después vayan a hacer que esas tecnologías estén mucho tiempo disponibles y retrasemos el crecimiento de los objetivos climáticos», explica. Es el mismo riesgo del que avisaba el secretario general de la ONU. La otra opción, la de crear la infraestructura y no utilizarla hasta el fin de su vida útil «no tendría sentido».

«Convertir a la UE en un mercado para el GNL procedente de lugares como EE.UU. y Canadá no hará más que posponer y empeorar los problemas actuales, tanto de dependencia de los fósiles como de objetivos climáticos. Doblar la apuesta por las renovables puede ser una solución», opina Marta Lovisolo, asesora en la Fundación Bellona.

La situación es compleja. Hasta ahora, la UE importaba el 40% del gas de Moscú. Y a corto plazo hay pocas opciones. La bajada del consumo por la que abogaba el Alto Representante de la UE para Política Exterior, Josep Borrell, no parece hacer calado.
«Los europeos necesitan bajar la calefacción», decía.

«La respuesta más segura debería ser, en primer lugar, la reducción del consumo de gas natural y petróleo mediante opciones de eficiencia energética y de energías renovables», dice Luca Bergamaschi, director ejecutivo del ‘think tank’ italiano ECCO. Pese a todo, los objetivos europeos de reducción de emisiones se mantienen: un 55% menos para 2030 en comparación con 1990 y la neutralidad climática en 2050.

Ayudas a los carburantes

Hace seis meses también parecía impensable que diferentes países europeos aprobaran medidas para reducir el precio de los carburantes, como han hecho ya Italia, Francia o Suecia, y que España se resiste a generalizar. Se trata de una medida que desagrada a los grupos ecologistas, que abogan por reducir el consumo. También la Agencia Internacional de la Energía (AIE) ha instado a los consumidores a viajar menos, a compartir el transporte, a recurrir al teletrabajo y a conducir más despacio. Según sus cálculos, estas y otras seis medidas aplicadas en las economías avanzadas podrían reducir la demanda de petróleo en 2,7 millones de barriles al día.

Also Read  West's weapons are seeing action in Ukraine – but it is unlikely to be enough | Ukraine

Más fitosanitarios y menos barbecho

La guerra ha desembocado además en una crisis alimentaria, que ha llevado a revertir temporalmente o retrasar planes europeos sobre agricultura sostenible. Se flexibilizará el uso de terrenos en barbecho, a los que se dejaba descansar para su regeneración y protegen la biodiversidad, y se rebajarán exigencias ambientales a importaciones, con menores requisitos fitosanitarios. La norma europea para reducir el uso de fertilizantes, que debía haberse presentado ya, también ha sido aplazada, según Reuters. Medidas solicitadas por los Estados miembro y por la industria agroalimentaria, pero que están encontrando gran contestación entre ambientalistas.

«La biodiversidad no sólo se verá afectada si desaparece el barbecho, sino también por el uso que se hará de fitosanitarios en los cultivos implantados», opina Tamara Rodríguez, de SEOBirdlife, quien apuesta por luchar contra el desperdicio alimentario o aprovechar los servicios ecosistémicos como una mejor opción ante la guerra. «Cuando hablamos de roturar barbechos, tenemos que decir para qué hacen falta: para alimentar la ganadería intensiva», dice Daniel López, científico titular del Instituto de Economía, Geografía y Demografía del CSIC, quien recuerda que todos los organismos científicos internacionales piden desde hace años un cambio en la dieta para luchar contra el cambio climático. Revertir este tipo de medidas «es crear la próxima crisis», asegura.


www.abc.es

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *