No se imaginaba Halford John Mackinder, catedrático de Geografía en la Universidad de Oxford, que uno de sus artículos publicados en 1904 por la revista ‘Geographical Journal’ estaría destinado a ejercer una gran influencia en el pensamiento geopolítico del siglo XX. Y no solo eso, sino que en el 2022 todavía sería utilizado por algunos expertos para explicar los
conflictos mantenidos por países como Rusia, incluídos los de Ucrania. En su texto, titulado ‘The Geographical Pivot of History’ (‘El pivote geográfico de la historia’), el geógrafo reflexionaba sobre cuáles eran los factores de que una potencia controle el poder mundial.
La idea final que defendía Mackinder es que, quien consiga controlar lo que él denominó la
«Isla-Mundial», un territorio que se extiende desde Siberia hasta la actual Ucrania, se convertiría en la principal potencia del planeta y dominaría a los demás países. El geógrafo británico bautizó a esta zona con otros nombres como el ‘Área pivote’, la ‘Región cardial’, el ‘Heartland’ o el ‘Corazón Continental’, la cual delimitó haciendo un estudio detallado sobre los grandes imperios a lo largo de la historia.
Para Mackinder, el ‘Heartland’ era principalmente Asia Central y Europa Oriental, que a su vez estaba rodeado de una franja intermedia donde se encontraban los ámbitos terrestre y marítimo. La teoría establecía que, para controlar esa zona, quien tuviera el poder terrestre tendría muchas más ventajas frente al pueblo que tuviera el dominio marítimo surgido a partir del siglo XV con el desarrollo de la navegación y el
descubrimiento de América. Eso se debía a que el ‘Área Pivote’ era prácticamente inaccesible por mar y, por lo tanto, los medios de comunicación terrestres –primero el caballo y después el tren– podrían invadirlo más rápidamente y explotar sus numerosos recursos.
En las últimas décadas, de hecho, se ha relacionado esta amplia región con el ascenso vertiginoso de China, que se ha convertido en la candidata más firme a lograr el título de superpotencia en un futuro próximo –si no lo es ya–, según declaran los principales analistas. Algunos expertos creen también que los movimientos de la URSS y los posteriores de Rusia tras la desintegración del gigante comunista están relacionados de alguna manera con esta teoría y esta gran zona.
Estados Unidos y al Imperio Ruso
No podemos olvidar que Mackinder llegó a esta conclusión en 1904, aunque la siguiera defendiendo hasta su muerte en 1947, poco después de finalizar la Segunda Guerra Mundial. En 1942, de hecho, la resumió con esta frase: «Quien gobierne en Europa del Este dominará el Heartland; quien gobierne el Heartland dominará la Isla-Mundial; quien gobierne la Isla-Mundial controlará el mundo». Es decir, quien consiga conquistar esa amplia y rica zona en recursos ubicada entre Siberia y Ucrania se convertirá en la primera potencia mundial.
Su impacto fue tal que algunos países la tuvieron en cuenta para diseñar sus políticas exteriores a lo largo del siglo XX. Entre ellos, la Alemania nazi, a través del geógrafo y veterano de guerra Karl Haushofer, que la adoptó como estrategia militar. De hecho, parte de las críticas hacia Mackinder surgieron a raíz de un informe publicado en la revista británica ‘New Statesman’ que trataba de probar cómo el Tercer Reich había elaborado una estrategia basándose en las teorías desarrolladas por Haushofer, que a su vez se había inspirado en nuestro protagonista.
Aunque muchos analistas aseguran que su teoría se ha quedado obsoleta, pues puede ponerse en cuarentena tras la desmembración de la Unión Soviética, no podemos olvidar que esta se planteó en un momento concreto de la historia en el que el mundo cambiaba a velocidad de vértigo. Partía de la premisa de que la supremacía que había establecido el imperio británico a principios del siglo XX estaba en peligro frente a otros estados con capacidad real para controlar un continente, como Estados Unidos, que acababa de subirse al carro de los grandes poderes mundiales tras la Guerra de Cuba, y el Imperio Ruso.
Los recursos económicos
Ambos pujaban entonces por el primer puesto del ránking mundial con el archipiélago británico, que según Mackinder, tenía pocas posibilidades de tener un gran poder continental por su situación geográfica, a pesar de sus colonias en África. En esta lucha, Gran Bretaña habría terminado cediendo a Estados Unidos la hegemonía del continente americano en el marco de la Doctrina Monroe, con el objetivo de centrarse, precisamente, en extender su influencia por la mencionada ‘Área pivote’.
Su visión se basaba en que esa zona concentraba más de la mitad de los recursos económicos del mundo y era una de las vías principales de intercambio, por lo que podía vivir aislada de alguna manera del resto del mundo, como si fuera un islote que depende de sí mismo, y, al mismo tiempo, expandirse si así lo deseaba. Además, su tamaño y su posición estratégica eran idóneas para controlar el resto del planeta. «Los espacios interiores del Imperio Ruso y Mongolia son tan inmensos, y su potencial en población, trigo, algodón, combustible y metales tan incalculablemente grande, que es inevitable que un vasto mundo económico, más o menos apartado, se desarrolle allí, inaccesible al comercio oceánico», argumentaba.
Descubrimiento de América
En su análisis histórico, Mackinder defendía que los grandes imperios a lo largo de la Edad Antigua y la Edad Media tenían un fuerte componente de expansión terrestre y todos ellos procedían o habían controlado esa zona de Asia Central antes de expandirse por el mundo. Hablaba principalmente de las grandes invasiones sufridas por Europa y Asia hasta el siglo XV, que partieron de esa región y se mantuvieron en lo alto de la pirámide mientras consiguieron tenerla controlada.
Entre esos ejemplos estarían, por ejemplo, los indios, los
persas y los
hunos. Estos últimos obligaron, incluso, a China a construir su gran muralla. En el siglo XIII se podría citar a los mongoles de
Gengis Kan, que empezaron sus conquistas también desde esa ‘Área Pivote’ y llegaron nada menos que hasta el sur de China, Irán, Turquía y los actuales países de Rumania y
Ucrania. Aquel territorio era, por lo tanto, el trampolín para dominarlo todo, pero entonces se produjo un cambio de tendencia con el desarrollo de la navegación y el
descubrimiento de América.
El barco se impuso como el principal medio de transporte por el mundo, pues era más rápido y eficaz que el caballo. En ese momento, Mackinder cree que el ‘Heartland’ perdió ventaja como plataforma de expansión al resto del mundo. Prueba de ello es que Inglaterra, Holanda, Francia y, sobre todo, España, ganaron terreno a las potencias que habían dominado el ‘Área Pivote’. No hay que olvidar que había todo un continente nuevo por conquistar y explotar que Europa y Asia no conocían antes.
La teoría del ‘Heartland’, sin embargo, vuelve a tener sentido con la
llegada del ferrocarril a lo largo del siglo XIX, pues devolvió a esta vasta región su valor como centro del poder mundial. El tiempo de desplazamiento de los ejércitos y del transporte de los productos se acortó y la zona comprendida entre Siberia y Ucrania recuperó su valor. A raíz de ello se habría producido un equilibrio que estableció una potencia terrestre y otra marítima que empezaron a pujar por el control de la «Isla-Mundial».
Rusia
Según el mapa dibujado por el geógrafo británico a comienzos del siglo XX, esta integraba, más específicamente, las áreas agrícolas de la parte europea de Rusia, los enormes territorios de Asia Central y los bosques junto con las llanuras de Siberia. En aquel momento, se trataba de una región muy rica en recursos que todavía no se habían explotado, tales como la madera, una gran cantidad de minerales y, sobre todo, el carbón, la principal fuente de energía durante la Revolución Industrial y hasta las primeras décadas del siglo XX.
Cabe resaltar que Mackinder mostraba una especial fascinación por el poder y, sobre todo, por la influencia de Rusia tanto en la época de los zares como en la era soviética a partir de 1922, pues estaba ubicada precisamente en esa zona y tenía (y tiene) la mayor extensión de territorio en el mundo. Actualmente tiene más de 17 millones de kilómetros cuadrados, tres millones más que el segundo, Canadá, a la espera de ver qué ocurre con Ucrania.
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George is Digismak’s reported cum editor with 13 years of experience in Journalism