Friday, April 19

Las confesiones de Ribbentrop en ABC: «Hitler no dominaba su genio, como en Hendaya con Serrano Suñer»


Ribbentrop, durante el juicio de Núremberg – ABC

Israel Viana

MadridActualizado:

Al igual que hizo años después con la autobiografía inédita del expresidente soviético
Nikita Kruschev, en 1954
ABC publicó también en exclusiva los principales pasajes de las memorias de uno de los dirigentes más importantes del siglo XX: Joachim von Ribbentrop. El ministro de Asuntos Exteriores había jugado un papel más que destacado en la Segunda Guerra Mundial, al principio de la cual
Hitler le dio la responsabilidad de negociar y firmar con la URSS el importante pacto de no agresión por el que alemanes y soviéticos se repartieron Europa.

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Parece increíble que Ribbentrop lograra llegar a un acuerdo con el gran enemigo del
Tercer Reich. Fue la única vez que comunistas y nazis se prometieron lealtad… para repartirse, de paso, toda una serie de territorios en Europa Oriental.

El pacto se rubricó en Moscú el 23 de agosto de 1939, una semana antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, y adquirió el nombre de los dos ministros firmantes: nuestro protagonista y el ministro de Asuntos Exteriores soviético, Viacheslav Mólotov.

En
aquella reunión celebrada en el Kremlin participó un sonriente Iósif Stalin, que departió amistosamente con el emisario de Hitler. Muchos fascistas europeos se mostraron críticos con el acuerdo, que contaba con siete cláusulas públicas y cuatro secretas que no se conocieron hasta agosto de 1989. El reparto futuro de Europa empezó por Polonia, que ambos invadieron solo unos días después, para dar comienzo al conflicto más devastador de la historia.

Primer nazi ejecutado

En dichas memorias, Ribbentrop recuerda el comienzo de su relación con Hiter un año antes de que
los nazis llegaran al poder: «Lo vi por primera vez a mediados de agosto de 1932. Fue algo después de sus negociaciones con el Gobierno de Berlín, que habían de terminar en un rotundo fracasó. Existía el propósito de ofrecerle la Cancillería del Imperio, pero, en realidad, solo le ofrecieron el puesto de vicecanciller, que rechazó. Unos amigos del partido nacionalsocialista me rogaron que me entrevistara con Hitler e intentara servir de mediador entre él y Franz von Papen», contaba en el segundo capítulo. Y añadía: «En aquella primera entrevista quedé tan fuertemente impresionado por su personalidad, que me convenció de que solo su partido podía salvar a Alemania del caos comunista».

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En esos 13 años de trabajo conjunto, al ministro le dio tiempo a conocer muy bien al aspirante a jefe de Gobierno, al dictador eufórico que quería conquistar el mundo cual Julio César, al genocida y al líder derrotado por los aliados que acabó suicidándose en su búnker de Berlín. Aún así, Ribbentrop advertía: «Se me ha reprochado mi debilidad para con Hitler, pero él, por su parte, me llamaba
‘el más difícil de sus subordinados’, porque siempre estaba dispuesto a darle mi opinión, frecuentemente opuesta a la suya. Sin embargo, reconozco que estaba dentro de la órbita de esta grande y trágica personalidad histórica».

Alejándose de Hitler

Reconocía el exministro de Exteriores nazi que después de sus diferencias en 1942 se produjo «un profundo abismo en nuestras relaciones personales». Ese distanciamiento comenzó a medida que la guerra avanzaba y Alemania perdía terreno, por lo que Ribbentrop fue perdiendo rápidamente protagonismo político hasta llegar a ser solo una figura burocrática, perdiendo acceso al ‘Führer’ y todo su entorno. «Visto desde fuera, pudo creerse que más tarde todo se arregló, pero las cosas no volvieron nunca a ser como antes», añadía.

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En la disección que hace Ribbentrop del Hitler que conoció,
destaca sobre todo su fuerte personalidad, que en ocasiones le ponía en serias dificultades con sus interlocutores. «Tenía mucho genio –explica– y no siempre podía dominarse. Esto me lo demostró en algunas conferencias diplomáticas, como la que celebró con [el primer ministro británico] Neville Chamberlain, en medio de la cual recibió la noticia de la movilización checa y se levantó de repente, con la cabeza y el rostro encendidos. Un signo característico suyo. También en la entrevista de Hendaya [con Franco], de la que se levantó enfadado cuando Serrano Suñer dijo algo que no le agradó».

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Cuando ABC publicó las memorias de Ribbentrop, el ministro alemán hacía ya ocho años que había muerto. Fue
condenado a muerte en el juicio de Núremberg y resultó el primer líder nazi en ser ejecutado en la horca, en la madrugada del 16 de octubre de 1946. Había terminado de escribirlas poco antes, aunque no vieron la luz hasta 1953, cuando ABC las puso al alcance de sus lectores en una serie de episodios que fue publicando durante dos semanas bajo el título de ‘Así murió la paz del siglo XX’.

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