Tuesday, April 16

Las consecuencias de la paralización del gasoducto Nord Stream 2


Corresponsal en Brasil
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Después de semanas de regateos en corto, el Gobierno alemán ha cedido a las exigencias de EE.UU. y ha incluido en el catálogo de sanciones a Rusia la paralización del gasoducto ruso Nord Stream 2 Baltic Sea. Terminada de construir en septiembre, la doble tubería recorre 1.230 kilómetros desde Wyborg, en el oeste de Rusia, hasta Lubmin, cerca de Greifswald, en Mecklemburgo-Pomerania Occidental. Ha costado más de 10.000 millones de euros y está lista para hacer fluir 55.000 millones de metros cúbicos de gas al año hasta los depósitos alemanes.

La energética rusa Gazprom, su propietaria, llenó las tubería de «gas técnico» para acumular la presión necesaria en diciembre y la operación le llevó cuatro semanas. Alemania alegó primero que Gazprom no podía obtener la licencia por tener su sede en Zug, Suiza, para dar largas.

Finalmente, la Agencia Federal de Red Energética ha suspendido al procedimiento de licencia por orden del Ministerio de Economía. «Las consecuencias a corto plazo son difíciles de evaluar porque dependen de las sanciones adicionales y de la respuesta de Rusia», explica Andreas Löschel, profesor de la Universidad del Ruhr de Bochum, «probablemente no haya cambios contractuales y, dado que el gasoducto no había entrado en funcionamiento, solo cabe esperar una subida de precios, pero no problemas de suministro».

Aumento del 65% del precio

El precio del gas llegó a ascender hasta un 65% en las primeras horas de la invasión rusa de Ucrania y cerró la jornada del jueves con una subida del 30%. Los futuros de gas en Europa han subido un 10% esta semana. Si ampliamos la franja de observación, desde principios de diciembre el precio del gas ha subido un 80% y está en torno a los 100 euros por tonelada, cuando en lo peor de la pandemia fue de 5 euros por tonelada. «Rusia ha sido siempre un proveedor fiable, durante los últimos 50 años e incluso durante la Guerra Fría», intenta tranquilizar Timm Kehler, director general de la asociación Future Gas, que inconscientemente deja entrever cuál es el verdadero miedo de Alemania, que no se refiere a los daños de la paralización del Nord Stream 2 sino a que deje de funcionar el Nord Stream 1. Si Putin decidiese cerrar el grifo del gas, si hay una sanción en sentido contrario, las consecuencias serían catastróficas.

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Nord Stream 1, paralelo a la nueva instalación, funciona desde finales de 2011 y transporta 59.000 millones de metros cúbicos de gas natural al año. De acuerdo a la demanda, Rusia necesita más que Europa el funcionamiento de Nord Stream 2, para lograr su independencia de países alternativos de tránsito, como Ucrania, pero si el flujo de Nord Stream 1 se interrumpiese, Alemania tendría que interrumpir el funcionamiento de sus industrias no estratégicas y muchos alemanes podrían quedarse sin calefacción en invierno, porque el 54% del gas que consume procede de Rusia. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, asegura que «Europa está preparada» y menciona sus contactos con otros exportadores como EE.UU., Qatar y Egipto. Rusia, de hecho, ha reducido sus entregas de gas en los últimos meses a Europa, que actualmente recibe dos tercios del suministro. Esa reducción ha sido absorbida por las importaciones de gas licuado de petróleo (GLN) desde Noruega o el norte de África, lo que tiene consecuencia en el precio, pero no en el suministro. Pero se trata de un parche que serviría solamente para un periodo de transición.

Primeras amenazas

Y las primeras amenazas ya se han producido. El expresidente ruso Dmitry Medvedev ha escrito en Twitter: «El canciller alemán Olaf Scholz ha pedido la suspensión de Nord stream 2. Bueno, entonces bienvenido a un nuevo mundo donde los europeos pagarán pronto 200 euros por metro cúbico de gas».

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Rusia empleó en 2020 61.200 millones de dólares en gasto militar, aproximadamente los 64.200 millones de euros que ingresó por sus exportaciones a Europa

Lo que Alemania no se atreve a decir en voz alta, lo proclama a los cuatro vientos el Gobierno placo. «Como UE, compramos mucho gas ruso y mucho petróleo ruso. Y Putin se embolsa todo ese dinero y lo utiliza para la agresión», ha declarado el primer ministro de Polonia, Mateusz Morawiecki. Que denuncia así la simbiosis fatal en la que Europa, muy especialmente Alemania, mantiene con Rusia. Se refiere a que Rusia empleó en 2020 61.200 millones de dólares en gasto militar, aproximadamente los 64.200 millones de euros que ingresó por sus exportaciones a Europa. La peor sanción económica sería la prohibición total de importación de materias primas rusas por parte de la UE, que el gobierno de Kiev suplica desde hace meses, pero los grandes países de la UE no se la pueden permitir. Los sistemas energéticos de Ruisa y Europa están tan entrelazados que resultaría contraproducente. Por eso Occidente evita ese paso y, según lo entiende Morawiecki, sigue financiando la invasión de Ucrania.

«Rusia definitivamente se beneficia de la situación actual del mercado energético, del muy muy alto precio del petróleo2», señala la consultora ‘The Economist Intelligence Unit’, y Alemania desempeña un papel principal en esa tragedia. Después de erradicar desde 2011 la energía nuclear, la cuarta economía del mundo ha ampliado sus importaciones de gas ruso hasta los 45.800 millones de metros cúbicos. El segundo importador es Italia, con menos de la mitad, seguido de Turquía, Austria, Francia y Holanda.

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