Tuesday, April 16

Los carniceros de Churchill: así es la unidad británica de élite que está adiestrando a los soldados ucranianos


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El coronel David Stirling, fundador del SAS

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El Gobierno británico no solo ha facilitado material militar a Zelenski como el resto de potencias europeas, sino que ha dado un paso más en su compromiso con Ucrania enviando a soldados de las fuerzas especiales (SAS) a Kiev para adiestrar a las tropas ucranianas, según una información de ‘The Times’. Los instructores de las SAS han llegado en las dos últimas semanas para entrenar a los soldados ucranianos en el manejo de los misiles anti-tanque de fabricación británica NLAWs, que tan efectivos se han mostrado contra los carros rusos.

Desde la ocupación de Crimea en el 2014, las SAS han llevado a cabo labores de instrucción en autodefensa y acción directa al ejército ucraniano, pero los últimos efectivos fueron retirados en febrero para evitar
una confrontación directa con los rusos.

Que ahora se estén moviendo en el alambre, entre líneas y en contra de los intereses de un país con el que no están en guerra, va en sintonía con la historia de esta unidad de élite que marcó el paso del resto de ejércitos hacia las operaciones quirúrgicas.

El SAS (Special Air Service) nació con la vocación de aprovechar la enorme distancia durante la Segunda Guerra Mundial en la línea de abastecimiento del Afrika Korps por el Norte de África. Imbuidos por el alma de Robin Hood, los británicos idearon una unidad de pocos efectivos para infiltrarse en las líneas enemigas y realizar tareas de sabotaje en aeródromos, carreteras, almacenes y puestos avanzados mal defendidos. Una forma de mantener siempre alerta al enemigo que exigía un tipo de soldado muy distinto. Solo con personajes de espíritu rebelde, duros, fríos, temerarios y amantes de la violencia se podían alimentar las filas de una unidad que se hizo legendaria en el desierto e imprescindible una vez que los Aliados cayeron sobre Europa.

Los orígenes en la Segunda Guerra Mundial

El teniente David Stirling, el ‘Comandante fantasma’ fue el loco británico al que se le ocurrió la idea de combatir por detrás de las líneas enemigas. Su propuesta fue recibida con escepticismo por el alto mando británico, si bien se valió de su gran capacidad de persuasión y sus contactos para que le permitieran formar un equipo. El Destacamento L, llamado así en su origen a pesar de que no había más destacamentos de ese tipo, se valió de los personajes más parias, inestables e incomprendidos del Ejército británico. Un ex alto mando del SAS los definiría como «los despojos de las escuelas públicas y las cárceles».

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No bastaba con obedecer órdenes, de hecho se esperaba que incumplieran unas cuantas en cada ataque. Lord Haw Haw, el traidor británico que retransmitía por radio los anuncios nazis, no dudó en describir a esta clase de comandos como «los carniceros de Churchill».

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Tras un duro adiestramiento en el desierto, el 16 de noviembre de 1941 se inició la primera misión en la historia del SAS: un asalto múltiple a varios aeródromos del Eje cerca de Timimi y Gazala con el objetivo de
«destruir el número máximo de aviones». Los miembros del SAS saltarían en paracaídas sobre las líneas enemigas y, una vez atacado los escasamente defendidos puestos enemigos, desaparecerían en el desierto para ser recogidos por el Grupo de Largo Alcance del Desierto (LRDG), una unidad que conocía la zona como la palma de su mano.

Así y todo, la llamada operación Squatter resultó un desastre de principio a fin. Una tormenta en el desierto dificultó el salto en paracaídas de los distintos comandos. Ninguno de los grupos logró saltar a menos de 20 kilómetros de los aeródromos señalados, de hecho en la mayoría de los casos la caída mató a los soldados de élite. Cuando el viento amainó dos de los cinco comandos se dirigieron al norte protegidos por la oscuridad. Sin embargo, pronto al viento le tomó el testigo una fuerte lluvia.

El desastroso desenlace de la operación Squatter podía haber acabado para siempre con la unidad, pero Stirling, que dirigió en persona a uno de los comandos siniestrados, sacó reveladoras conclusiones del caos. Si la LRDG podía recoger a sus hombres, ¿por qué no era ella quien los llevaba también? Un pequeño repliegue de Rommel, que hasta entonces no había hecho más que ganar terreno a los británicos en África, sirvió una nueva oportunidad a Stirling para probar si llevaba razón.

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El desastroso desenlace de la operación Squatter podía haber acabado para siempre con la unidad, pero Stirling, que dirigió en persona a uno de los comandos siniestrados, sacó reveladoras conclusiones del caos

En un ataque escalonado en distintos puntos de la costa a mediados de diciembre de 1941, tres grupos del Destacamento L se infiltraron en las líneas italianas y alemanas en busca de infraestructuras críticas tales como aeródromos o surtidores en un lugar próximo a Sirte. El comando del SAS fue incapaz de atacar el aeródromo acordado en Sirte, porque casi todos los aviones se encontraban fuera de la base, pero tras una marcha de 45 kilómetros en dirección a Tamit entraron sin ser detectados en el aeródromo, donde había docenas de aviones, y se dirigieron sin mediar palabra a una gran caseta donde los italianos y los alemanes parecían
estar celebrando una gran fiesta.

Los soldados masacraron a los enemigos en la caseta con un movimiento brutal, audaz y de una sangre fría absoluta. Luego, colocaran explosivos en los cazas y destrozaron decenas de aviones en una luz que llenó el cielo con «una imagen espectacular». La operación resultó un éxito y demostró lo que en el plano teórico llevaba predicando Stirling desde que fundó las SAS.

Del pasado a la actualidad

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Desde entonces, las ratas del desierto combinaron tantas victorias como desastres el tiempo que duró la guerra en África, definida por muchos como una «lucha de caballeros», en contraste con lo que iba a ser el frente de Europa. En el Viejo Continente la guerra se recrudeció hasta límites insospechables, pero fue en Sicilia, Francia y luego Alemania donde las SAS sellaron su leyenda.

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Tras el conflicto, la unidad de operaciones especiales fue disuelta y posteriormente refundado por un grupo de antiguos voluntarios de guerra llamado The Artists’ Rifles. La mayoría de su personal fue a integrarse en las filas del Regimiento 21 del SAS, junto con veteranos del antiguo SAS, que aportaron conocimiento y tradiciones a los recién incorporados para llevar a cabo operaciones de contraterrorismo, adiestramiento en todos los frentes y escenarios que el Reino Unido ha necesitado atender durante el siglo XX.

A raíz de una de sus operaciones exitosas en la embajada iraní en mayo de 1980, donde consiguieron liberar a diecinueve rehenes, liquidar a tres terroristas y capturar a otros dos, Alfonso Barra esbozó
un retrato de los miembros del SAS: «Son voluntarios y proceden de todos los regimientos del país. Reciben un adiestramiento riguroso para actuar como «hombres- rana», montañeros, dinamiteros y son maestros con el puñal, el puño cerrado y la punta del pie para eliminar al enemigo. El armamento es secreto y utilizan el más adecuado a la misión encomendada. Los miembros de los comandos SAS mantienen en secreto su identidad para evitar las represalias contra ellos o contra sus familiares. En casos como el de la Embajada iraní, operan con pasamontañas y con los rostros pintados. No reciben, por tanto, condecoraciones o menciones honoríficas».

En otro artículo de ABC, publicado a principios de 1991 con motivo de la Guerra del Golfo, se describe su entrenamiento como «uno de los más duros que existen, ya que se les prepara para intervenir en situaciones críticas, soportar interrogatorios, buscar información, vigilancia clandestina, sabotaje y en el rescate de rehenes. Son expertos en todo tipo de armas y explosivos, magníficos tiradores y están especialmente entrenados para la lucha antiterrorista. Su lema es: ‘Quien se atreve, gana’».

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