Friday, April 19

Maltrato a los servicios secretos



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Por segundo día consecutivo, el Gobierno ha ofrecido este martes un espectáculo delirante al responder sobre todos los frentes abiertos después de que Pedro Sánchez decidiese hacer público que ha sido espiado por un ‘agente externo’. En el frente institucional, porque no es creíble que Sánchez no disponga de más información que la que ofrece Moncloa, y porque trató por enésima vez de burlar al Congreso para dar explicaciones. Finalmente ha sido forzado a comparecer en los próximos días, aunque deberá agradecer al PP, a Vox y a Ciudadanos -la derecha, la extrema derecha y la ‘extrema extrema’ derecha que acuñó el PSOE en sus mítines- que no se constituya ninguna comisión de investigación. Segundo, en el frente político, ya que han sido precisamente sus socios habituales, empezando por Podemos y terminando por ERC, quienes le exigen con insistencia destituciones fulminantes de ministros porque no se contentan con cabezas de turco intermedias, como podía ser el caso de la directora del CNI, Paz Esteban.

Y tercero, en el frente puramente operativo, por derruir la credibilidad del CNI y ofrecer la imagen de que nuestros servicios de inteligencia han fallado. Y así puede ser porque nadie hay infalible. Lo que no hace ningún gobierno, salvo que tenga intereses políticos concretos en su propio beneficio, es lo que hizo este martes el ministro de Presidencia, Félix Bolaños, cuando dejó en la estacada al CNI por no ser eficaz frente a Pegasus, y cuando ninguneó a su directora general, dando por hecho que su cabeza peligra.

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Es lógica la indignación del CNI, tal y como relata ABC. Dejar públicamente en evidencia a los servicios secretos no tiene parangón en las democracias occidentales. Bien sea para contentar al independentismo catalán, bien sea por satisfacer las ansias vengativas de Podemos, lo cierto es que Sánchez está permitiendo dar una imagen de incompetencia del CNI verdaderamente alarmante. El tiempo dirá qué gana Sánchez con esta operación, más allá de cultivar su victimismo, y a quién está dispuesto a sacrificar. Pero mientras comparece en el Congreso o no, el CNI seguirá por desgracia en entredicho. Si no es por no haber detectado el espionaje al Gobierno desde el exterior, es por la acusación del separatismo catalán de que espía ilegalmente en España. Y esto último no es tolerable en ningún caso sin la preceptiva autorización judicial y el conveniente ceñimiento a la ley.

En cualquier caso, Sánchez tiene muchas preguntas que responder. ¿Sabía desde hace un año que lo espiaban, y lo ha mantenido en silencio a la espera de rentabilizarlo políticamente ahora? Si lo sabía, ¿cómo actuaron los servicios de inteligencia? No es creíble que Sánchez se enterara de todo hace solo unos días. ¿Por qué Bolaños no ha respaldado públicamente a Paz Esteban? ¿Qué errores hay? Si muchas de las insinuaciones y coincidencias de fechas, por ejemplo el viaje de Sánchez a Ceuta el pasado año, hacen pensar en Marruecos, ¿por qué no se afirma o se desmiente? ¿Por qué solo conocemos parcial y caprichosamente una parte de la investigación? Si se trata de una cuestión reservada, deberá serlo a todos los efectos, y no servir solo para la operación propagandística del Gobierno. ¿Por qué el Gobierno afirma una cosa y su contraria sobre el supuesto espionaje a Arantxa González Laya? ¿Y por qué Sánchez pide responsabilidad institucional a la oposición, cuando él mismo dio un vuelco a la política exterior con Marruecos y lo ocultó sin tener ese mismo sentido de Estado que ahora exige? Este episodio huele mal. El espionaje, por ilegal y porque apunta a nuestra debilidad frente a amenazas ciertas. Y la estrategia de Sánchez, con tal de salvar a toda costa el pellejo, porque esconde un beneficio propio.

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