Saturday, April 20

«No queremos avergonzarnos de tener sangre rusa»


Berlín
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Saskia tiene 34 años y es profesora de Biología en Berlín. Sugiere ese pseudónimo para evitar que se publique su nombre y asegura que, desde que
Putin comenzó la invasión de Ucrania, su vida se ha convertido en un infierno. «Hacen pintadas insultantes en la puerta de mi casa, también en mi coche. Han pinchado las ruedas del coche de mi marido. Mi hijo no quiere ir al colegio. Nos sentimos amenazados. Todo esto es muy injusto», se queja al borde del llanto, «nosotros no somos culpables de lo que está pasando en Ucrania». Cuando le preguntan por su opinión personal sobre l invasión, sus palabras pierden agilidad. Las mide hasta encontrar un tono mucho más neutro, aunque no queda claro si lo hace para guardar una artificial corrección o porque es consciente de lo largos que son los tentáculos del embajador ruso en Alemania, Sergej Netschajew.

Desde agosto de 2019, cuando el antiguo combatiente checheno Zelimkahn Khangoshvili fue asesinado de un tiro en la cabeza a plena luz del día y en un céntrico parque de la capital alemana, la comunidad rusa en Alemania tiene claro que los disidentes no están seguros en este país. Más recientemente, cuando el segundo secretario de la Embajada rusa cayó «accidentalmente» por una ventana del cuarto piso del edificio, a la policía alemana no le fue permitido siquiera abrir una investigación y los rusos residentes en Alemania recibieron el mensaje de refuerzo.

«Muchos estamos en desacuerdo con lo que está haciendo Putin en Ucrania, no somos tontos, pero es que corremos un serio riesgo, nosotros y nuestras familias, si nos atrevemos a a decirlo en alto», justificaba ayer Yuri, padre de tres hijos que participaba en una manifestación en Frankfurt «contra el odio y el acoso» a la población rusa en Alemania. «No estoy aquí por lo que pasa en Ucrania, estoy aquí por lo que pasa en Alemania: niños rusos son insultados por hablar ruso en el colegio y eso no lo debe permitir un país como este», acertaba a decir Ozam Yilmaz, de 24 años, en otra de estas marchas, que también tuvieron lugar en Hanover y Berlín. A esta última asistieron unas 800 personas y su organizador, el ruso-alemán Christian Freier, de 40 años, afirma que recibe a diario cientos de amenazas de muerte e imágenes de cuerpos quemados o aplastados. «No quiero hablar sobre Ucrania, no hay mensaje político en esta protesta, solo queremos pedir que paren las agresiones a ciudadanos rusos en Alemania», se negaba a opinar sobre la invasión.

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Viven 1,2 millones de rusos en Alemania

En Alemania viven 1,2 millones de rusos, la mayor colonia en el extranjero, y unos 325.000 ucranianos, a los que se suman a fecha de hoy los 316.000 refugiados recién llegados. Hasta la fecha han sido denunciados 383 delitos contra ciudadanos rusos y 181 delitos contra ciudadanos ucranianos, lo que denota que, a menor escala, el conflicto se ha trasladado a suelo alemán. La ministra alemana de Interior, Nancy Fräser, ha informado que las autoridades «vigilan de cerca hasta dónde los ciudadanos rusos y los ucranianos son un peligro para el orden público en Alemania» y ha señalado que «debemos velar muy atentamente para que esta guerra no se a importada a nuestra sociedad».

«La mayoría de los rusos residentes en Alemania tienen una imagen muy crítica del Kremlin, pero no son libres de expresar abiertamente lo que piensan porque temen por sus familiares en Rusia», apunta Tobias Rupprecht, de la Universidad Libre de Berlín. Pero es evidente que entre los asistentes a las manifestaciones hay también algunas voces que defienden públicamente a Putin, como la de René Hermann, de 50 años, que antes de que su cuenta de Tiktok fuese suspendida por las autoridades alemanas, difundía informaciones como «los prisioneros confirman que Kiev ordenó montar una masacre en Bucha para manipular a la opinión pública occidental».

Para el embajador ucraniano en Berlín, Andrij Melnyk, las protestas de ciudadanos rusos y las denuncias por agresiones son «orquestadas» y «sirven a la propaganda». «¿Cómo es posible que una ciudad como Berlín autorice estas manifestaciones, que son un agravio contra el pueblo de Ucrania?», se ha quejado en público, a lo que la alcaldesa de la capital alemana ha respondido que «no es posible prohibir una manifestación por el hecho de que vayan a ondear en ella banderas ucranianas».

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La marcha organizada en Frankfurt pretendía llegar hasta el principal cementerio de la ciudad y colocar flores en las tumbas de los soldados soviéticos caídos en la II Guerra Mundial, todo esto tras la pancarta «Verdad y diversidad de opiniones en lugar de propaganda». En Hannover, unas 3.500 personas de habla rusa, en un convoy de varios cientos de vehículos, plantaron cara a una protesta ciudadana en apoyo de Ucrania. La policía interrumpió la marcha cuando se gritó la consigna «El Donbass pertenece a Rusia». «Ninguno de nosotros apoya la violencia y el odio», pero «por lo sucedido muchos nos ven como agresores y no queremos tener miedo ni avergonzarnos de tener sangre rusa», intentó justificar uno de los organizadores.

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