Friday, March 31

Regreso a Codogno, la ciudad símbolo del Covid en Italia donde empezó todo


«No lo olvidaré nunca. El día 20 de febrero de 2020 vino a la consulta una señora con fuerte tos y me preguntó: ‘¿Cree, doctor, que aquí vendrá el Covid?’ Para calmarla le respondí: Nooo… ¿Está bromeando? Los chinos son bravos y lo controlarán. El sábado, día 22, el director sanitario me llamó para que viniera de guardia porque todos los médicos del departamento donde estuvo Mattia [el paciente número 1 de Italia] eran ya positivos. Estábamos aterrorizados. Yo también acabé contagiado muy gravemente y creí que moriría». Francesco Tursi, 48 años, médico responsable de neumología del hospital de Codogno, cuenta a ABC en su despacho su experiencia con el Covid, que transformó su vida y la de

 esta ciudad, donde todo comenzó.

Codogno, con más de 15.000 habitantes, en la provincia de Lodi, a 50 kilómetros de Milán, se convirtió en símbolo del drama de una pandemia que ha marcado una época. Hoy es también un modelo, porque supo alzarse y convertirse en ejemplo, tras pagar un precio altísimo en número de víctimas. Aquí todos han perdido un ser querido, un amigo, un conocido… nos dice el presidente de la provincia de Lodi y alcalde de Codogno, Francesco Passerini, 37 años, en el Palacio Municipal: «Desde el 21 de febrero al 8 de mayo de 2020, murieron 242 personas. Lo peor fue en el mes de marzo donde registramos 156 víctimas, frente a las 46 del año anterior, por ejemplo. Son números, pero para nosotros todos tienen nombre y apellidos».

El cementerio de la ciudad italiana
El cementerio de la ciudad italiana – ABC

Intuición de la anestesia

En la tarde noche del día 20 de febrero de 2020 se confirmó en el hospital de Codogno que Mattia Maestri era el paciente 1 de la pandemia en Europa. Es un dato estadístico, pero luego se supo que el virus corría desde hace días por el norte de Italia. Mattia, un investigador de la multinacional Unilever, en Casalpusterlengo, a 5 kilómetros de Codogno, era a sus 38 años un tipo atlético, con óptima salud. El 18 de febrero se presentó al servicio de urgencias, creyendo que tenía una gripe. Se le diagnosticó una ligera pulmonía y prefirió marcharse a su casa de Codogno. En cuestión de horas, al día siguiente por la noche regresó con una gravísima pulmonía. Lo salvó la intuición de la anestesista Annalisa Malara, coetánea de Mattia, al adoptar una decisión que obviaba los protocolos del Ministerio de Sanidad sobre las pruebas del Covid. En esa época se preveían los test a «casos sospechosos»: personas con «infecciones respiratorias agudas» procedentes de áreas de riesgo en China o que hubieran tenido «contactos estrechos» con un «caso probable o confirmado» de Covid. «Todas las terapias resultaban inútiles. Mattia se estaba muriendo. Así que pensé lo imposible: hacer el test. Informé a la dirección sanitaria y dije: asumo la responsabilidad», recuerda ahora Annalisa Malara. Así se descubrió la causa del terremoto que en esas horas comenzó a vivirse en Codogno.

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Ahora Mattia Maestri afirma que «solo quiero vivir y olvidar». Pero hoy, a los dos años de la explosión del Covid, un tiempo que parece una eternidad, todos recuerdan aquellas dramáticas horas: en la Cruz Roja local se recibían cientos de llamadas de personas que decían sentirse muy mal. Su responsable comunicó al alcalde que «algo extraordinario está sucediendo».

El alcalde blinda Codogno

En la madrugada del 20 al 21, el alcalde Passerini mantuvo innumerables conversaciones telefónicas y adopta una decisión llena de coraje que sorprende: aislar completamente el municipio, el primero en Europa. «¿Estás seguro de tu decisión?», le llegó a preguntar al regidor por tres veces el ministro de Sanidad, Roberto Speranza. «Para mí era la decisión justa para tutelar la salud de nuestra comunidad», recuerda Passerini. Alguno lo consideraba poco menos que un loco, pero el alcalde firmó la ordenanza municipal para blindar Codogno.

El hospital de la ciudad italiana donde se reguistraron las primeras muertes por coronavirus
El hospital de la ciudad italiana donde se reguistraron las primeras muertes por coronavirus – ABC

El pueblo siguió fielmente a su alcalde. ABC recorrió entonces sus calles: Codogno era una ciudad fantasma el sábado 22 de febrero de 2020. En todo el municipio, el silencio permitía escuchar el sonido de cada paso. Solo se salía de la casa por una urgencia, a comprar productos de primera necesidad o a pasear el perro. Por la noche, la región de Lombardía decretó cerrar nueve municipios próximos a Codogno. El Ejército se ocupó de blindar esta primera zona roja de Europa, que afectó a 50.000 personas. Era continuo el ruido de las ambulancias y de las funerarias.

«Yo estaba aterrorizado»

En el combate contra el virus se ha abusado del paralelismo de la guerra. En cierta forma era peor, porque se luchaba contra un enemigo invisible. El virus era como un «terrorista», afirma el doctor Tursi, jefe del departamento Covid del hospital. «Yo estaba aterrorizado. Tenía miedo de contraer la enfermedad y morir, porque vimos los primeros casos y claramente eran terribles. Además, no sabíamos nada, no teníamos ni idea de esta enfermedad y cómo tratarla. Todos los médicos reaccionamos para dar una respuesta que no era fácil. Los pacientes llegaban a decenas al servicio de urgencias y no sabíamos dónde meterlos. Teníamos un sentimiento grande de impotencia, al ver que los pacientes se enfermaban gravemente y no podíamos ayudarles como hubiéramos querido. El ambiente era de miedo y dolor», explica.

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Iglesia y depósito

Muy pronto las seis cámaras mortuorias de Codogno se llenaron. El alcalde Passerini recuerda hoy con emoción el dolor de muchas familias que no pudieron dar un adiós digno a sus seres queridos, ni celebrar el rito religioso. No había funerales. En esos días se temía que hasta los muertos pudieran ser contagiosos. Era incluso difícil encontrar crematorios en diversas ciudades, incluso en las alejadas de Codogno. «Con voluntarios de Protección Civil, quitamos los bancos de la iglesia del Cristo para convertirla en cámara mortuoria. Hay quien por desgracia perdió un familiar -afirma el alcalde- y lo supo por una llamada telefónica; cuando pudo fue a despedirlo ante una lápida de mármol». Y algunos tuvieron que hacerlo con retraso, porque, entre las decisiones difíciles del regidor, estuvo el cierre del cementerio.

Este martes, a pesar de la nieve que caía en el municipio, no faltaban familiares que se acercaban al cementerio monumental para rezar y saludar a sus difuntos. «Aquí todos tenemos algún pariente o conocido víctima del Covid», nos dice una vecina tras besar la fotografía de su esposo, víctima del virus, adosada al monumento funerario en mármol. A este camposanto vino el jefe del Estado, Sergio Mattarella, para rendir homenaje a las víctimas del Covid, en una fecha simbólica, el 2 de junio, fiesta de la República. «En Codogno está presente la Italia de la solidaridad, de la civilización y del coraje. De aquí queremos volver a partir», dijo el presidente Mattarella.

El virus que les cambió la vida

Mucho ha cambiado Codogno y sus habitantes en dos años. Su importancia y crecimiento económico es muy notable gracias a su polo industrial. Es un municipio acogedor y respetuoso al máximo de las reglas de convivencia. Prácticamente toda la población ya está vacunada. Para entrar en cualquier local público se controla el pasaporte Covid. «Codogno ha redescubierto la fuerza de la comunidad, la solidaridad, el sentido de ponerse a disposición de los demás, incluso con personas que quizás no se conocían, algo que parecía perdido en nuestro tiempo», afirma el alcalde. La lección de Codogno durante la pandemia se resume en tres palabras que han sido escritas en el monumento dedicado a las víctimas, justo ante la sede de la Cruz Roja: «Resiliencia, comunidad, reinicio».

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En el hospital de Codogno, en el que hace dos años se vivía en el terror, desde este martes no hay ni un solo enfermo de Covid. Para muchos, la vida ya no es igual tras sufrir la enfermedad, como es el caso del doctor Francesco Tursi, que hoy se desvive por sus pacientes: «El virus te deja dentro un sentimiento de precariedad, sobre todo entre los graves del Covid. Hoy soy una persona completamente diferente. El virus me enseñó a disfrutar la vida y apreciar las pequeñas cosas. Lo más bello que he experimentado son los ojos felices de los curados del Covid. Un paciente que estuvo muy mal, al salir del peligro me miró y me dijo: ‘¡Doctor, tengo que abrazarlo!’». El sentimiento de humanidad reina en el hospital de Codogno y también se palpa en la ciudad.


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