Saturday, May 27

Rostov, la estación de tren de los refugiados prorrusos


La estación de tren de Rostov del Don se ha convertido en un lugar de reencuentros. Besos y abrazos por todas partes, de hijos con sus padres, mujeres con sus maridos y de un bebé que apenas da sus primeros pasos con su madre. Desde que Rusia cerró temporalmente el espacio aéreo –incluidos los aeropuertos– al suroeste del país (la zona más próxima a la frontera con Ucrania) al inicio del conflicto, decenas de familias rusas quedaron separadas a miles de kilómetros de distancia.

Llegar hasta Rostov, también llamada la capital del sur, con más de 1,1 millones de habitantes, es posible solo por vía terrestre. Desde la estación central de Kazanski, en Moscú, parten trenes hasta esta ciudad

 con bastante frecuencia, pero debido a las restricciones aéreas casi no quedan asientos disponibles para viajar en los próximos días. Con suerte se encuentra sitio, pero las sanciones económicas ya empiezan a golpear al ciudadano de a pie cuyas tarjetas de crédito (Visa y Mastercard) no funcionan para comprar los billetes. De seis cajeros dispuestos en la estación solo uno escupe dinero: de 10.000 en 10.000 rublos hasta llegar a 30.000 (unos 178 euros).

Mil kilómetros de distancia, o lo que es igual a unas 16 horas de trayecto, es lo que separa a la gran urbe soviética de esta ciudad, que a primera vista está en tensa calma.

«Llegan muy cansados»

A esta misma estación de Rostov llegaron cientos de refugiados evacuados de las autoproclamadas Repúblicas de Donetsk y Lugansk, al este de Ucrania. ABC no alcanzó a verlos porque la última evacuación se produjo hace dos días, entre el 3 y el 5 de marzo, según informó la responsable de la estación de tren. «Llegan a cuenta gotas, entre 15 y 20 personas por hora», explica.

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«Registramos un gran número de refugiados del Donbass que llegaron en autobuses y tras ser identificados fueron trasladados inmediatamente al centro de acogida para que descansaran», dijo la mujer que además asegura que les ofrecen agua, comida y atención jurídica.

Evgeny, un chico de 19 años, estudiante de Derecho, lleva más de una semana con su chubasquero color rojo que lo identifica como voluntario de la red de apoyo a los refugiados del Donbass y recibe en la estación de tren a las personas que cruzan desde Ucrania la frontera a Rusia. «En su mayoría son mujeres, niños y adultos mayores», comenta y señala tímidamente que «llegan cansados y agobiados por todo lo que está pasando del otro lado».

Diana también forma parte de los uniformados rojos, un batallón de 20 personas dispuestas a colaborar en medio del drama humanitario, y asegura que en su tiempo libre es voluntaria y ayuda a las personas que huyen del conflicto. «Estamos desde la mañana hasta la noche si es necesario. Toda ayuda es buena; por eso estoy aquí», manifiesta.

Una imagen de la estación Rostov, con apenas viajeros, que llegan a cuentagotas
Una imagen de la estación Rostov, con apenas viajeros, que llegan a cuentagotas – Javier Nadales

Una de las vendedoras de una tienda de alimentación dentro de la estación dice que los voluntarios son en su mayoría estudiantes jóvenes y que los ha visto «cargar a los niños y jugar con ellos mientras los padres pasan por el control de verificación». Admite que vivir en primera persona la llegada de los refugiados es «crudo», pero que «nadie va a dar su opinión de lo que está sucediendo, menos si va en contra de las decisiones del presidente».

Ayer Vladimir Putin ordenó un alto el fuego desde las 10 de la mañana hora local (8.00 en España) para intentar por tercera vez evacuar a través de los corredores humanitarios a los civiles atrapados en medio de las operaciones especiales hasta Rusia. Una decisión que criticó el presidente ucraniano Volodimir Zelenski por considerar «absurdo e inaceptable» que se llevaran a sus ciudadanos a suelo ruso.

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Evacuados de Mariúpol

En Rostov se esperaba ayer la llegada de al menos 200.000 civiles de la ciudad ucraniana Mariúpol, quienes debían cruzar la frontera y atravesar Taganrog, a las orillas del mar de Azov. Esta ciudad rusa, en el óblast de Rostov, a tan solo 60 kilómetros de la frontera ucraniana, funciona como el principal centro de alojamiento temporal para los evacuados. Pero como se encuentra ya a su máxima capacidad, las autoridades decidieron traerlos directamente al centro.

Según el enviado especial de la agencia rusa de información Ria-Nóvosti en Bezimennoe, a la salida de Mariúpol, desde temprano, había autobuses preparados para evacuar a las personas hacia Rostov. «Ha salido poca gente y algunos intentan adquirir rublos», manifiesta por medio de un vídeo grabado y difundido por Telegram. Sin embargo, tras pasar varias horas en la estación, este medio no pudo comprobar que esas evacuaciones tuvieran éxito.

Afuera de la estación hace frío, caen las temperaturas y el sol se va ocultando. Los pocos ciudadanos que se atreven a hablar con la prensa se manifiestan preocupados por las sanciones económicas que pronto tendrán un fuerte impacto en sus bolsillo.


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