Thursday, March 28

Sánchez intenta sortear la sombra de los ajustes sin atarse a Unidas Podemos ni al Partido Popular


Víctor Ruiz de Almirón

Madrid
Actualizado:

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Pedro Sánchez afronta un momento trascendental en la legislatura. Lo cierto es que en su todavía corto mandato las excepcionalidades se acumulan. Y pueden ser muchos los momentos o las decisiones que en el futuro serán recordadas como hitos determinantes. Pero sin duda alguna la semana que queda atrás y la que se abre desde mañana conforman un periodo de tiempo que será recordado. Y que por su ubicación temporal puede ser clave para determinar la duración de la legislatura y las condiciones en que se puede gobernar el país en el tiempo que reste hasta la convocatoria con las urnas.

El presidente del Gobierno insistió hace unas semanas en su vocación de agotar la legislatura. Lo hacía en el marco de la crisis del PP.

Pero de eso han pasado ya semanas, que parecen meses. Y en todos los actores políticos empiezan a activarse alertas y expectativas de que las
consecuencias económicas de la guerra echan por tierra cualquier previsión. «La fecha de las elecciones ya no la sabe ni Sánchez», mantiene un dirigente de uno de los partidos que ha venido sustentando al Gobierno estos más de dos años. Desde luego se entierra la estrategia de La Moncloa, que dibujaba una segunda parte de la legislatura de recuperación económica.

Más bien al contrario, ante Sánchez se abre un momento con paralelismo con aquel mayo de 2010 en el que todo cambió bajo la presidencia de José Luis Rodríguez Zapatero: reducción del salario de los funcionarios, recortes de pensiones, freno a la aplicación de la ley de Dependencia y supresión de ayudas a la maternidad. Un hachazo sobre el plan de gasto social que llevaba seis años desarrollándose.

Después de aquellos anuncios el vuelo no se levantó. Apenas un par de meses después Zapatero solemnizaría ante las Cortes su intención de resistir en las medidas que llegaban dictadas desde la Unión Europea. Lo hacía con una frase para la posteridad: «Voy a seguir ese camino cueste lo que cueste y me cueste lo que me cueste». La fe del converso siempre es de una resistencia especial.

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Los cambios

Muchas cosas han cambiado. La UE no es la misma que entonces. Pero el presidente Sánchez ya ha emprendido el cambio de registro retórico hacia la excepcionalidad, como en los primeros momentos de la pandemia: «España va a estar donde debe estar y va a hacer lo que deba hacer». Las últimas semanas ya han dado muestra de que Sánchez está dispuesto a dar un volantazo si la situación lo requiere: envío de armas a Ucrania, aumento del presupuesto militar, posibilidad de rebajas fiscales y cambio en la posición histórica sobre el Sahara Occidental.

Todos esos movimientos han cogido con el pie cambiado a Unidas Podemos. En un primer momento, antes de que Sánchez rectificase respecto a las armas, los morados creían tener a Sánchez muy amarrado. Tanto Yolanda Díaz como Ione Belarra habían recibido garantías personales de que el envío de armas se haría solo mediante mecanismos comunitarios. Pero el presidente vulneró ese entendimiento en la coalición al comprobar que se quedaba muy solo en esa posición en la UE. Desde ese momento en Unidas Podemos se arquearon las cejas. A ese cambio de posición siguieron el resto de movimientos. Especialmente cruento fue el relacionado con Marruecos.

Las tentaciones de ruptura de la coalición vuelven a sonar. Pero ninguna de las partes está dispuesto a asumir el coste de apretar el botón. Tras ese cúmulo de sin sabores, Yolanda Díaz y Podemos ponen el foco en las medidas que aprobará el martes el Consejo de Ministros. Aunque muchos de sus planteamientos han quedado descartados, como el tributo a las eléctricas, los morados aspiran a poder ver su sello en algunas medidas.

El papel de los impuestos

El Gobierno contempla un fuerte estímulo como respuesta a la actual situación, descartando de forma cada vez más nítida una bajada de impuestos generalizada, como reclama el PP. Tras haber logrado en el Consejo Europeo del pasado viernes, no su propuesta de máximos, pero sí
un tratamiento ‘especial’ para España y Portugal que les permitirá topar el precio del gas con el que se genera la electricidad, el Gobierno espera que cuando la Comisión Europea apruebe sus medidas, aproximadamente en un mes, haya un impacto inmediato en la factura del gas.

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No hay en cualquier caso automatismo, y sí condicionalidad y temporalidad. El reciente debate en Bruselas ha vuelto a poner de manifiesto que la respuesta a la pandemia a través de los fondos de recuperación vía mutualización de deuda fueron un paréntesis. En la respuesta económica a la crisis energética las tradicionales fronteras norte-sur han tendido a la recomposición.

Sánchez no quiere conjugar el término recortes. La suspensión de las reglas fiscales de la UE con motivo de la pandemia le otorgan un margen del que no gozaron ni Zapatero ni mucho menos Mariano Rajoy. En teoría esas reglas se retomarían en 2023. Nadie espera que así sea. La reforma de estas reglas será la siguiente batalla europea. Y será inminente. Habiéndose ya manifestado un importante desacuerdo al respecto, en Bruselas se contempla una ampliación de la prórroga. Sánchez no es Zapatero. Entre otras cosas porque las crisis de sus mandatos son de características distintas. Y porque el recuerdo de la crisis financiera está modificando el apriorismo en algunas respuestas.

Pero eso no quiere decir que Sánchez vaya a poder llevar la legislatura por los derroteros que pretendía. La inflación se acerca a los dos dígitos y hasta que pueda notarse algún efecto derivado de la corrección de los precios de la energía pasarán semanas. En cualquier caso el escenario que ha desbordado al Gobierno es el del aumento de precios. Y eso establece una encrucijada clave para el Ejecutivo cuando lleguen decisiones fundamentales. A eso se añade que la crisis del transporte no ha terminado de resolverse.

‘O yo o el caos’

Sus socios de Unidas Podemos y la mayoría de la investidura, cada vez más alejado del Gobierno, demandan unos planes de estímulos que los socialistas no contemplan en ningún caso. Así, la necesidad de un Presupuesto para el próximo curso que se adapte a la nueva situación económica. En el Gobierno preocupa el margen fiscal para tomar medidas de estímulo. Tanto por la vía del alivio fiscal como del gasto. La legislatura estaba pensada para el despliegue de unos fondos europeos que deben dedicarse a unos proyectos muy concretos.

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Pero que se contaba con que se desplegasen sobre unas bases económicas más estables. Por ejemplo con dos campañas turísticas (Semana Santa y verano) que se esperaban de las mejores de la historia. Ahora no hay certezas y sí mucha incertidumbre. Ambos elementos combinados (fondos y consumo en máximos) llevarían a Sánchez en volandas hacia la reelección. Ese era el plan. Ahora, en el mejor de los casos los fondos servirán para limitar el golpe a corto plazo. Pero el desarrollo económico combinado no será tan fuerte.

Pero antes de abordar unos Presupuestos, otra prueba más inmediata. ¿Con quién va a superar la convalidación en el Congreso de los Diputados del real decreto con las medidas económicas de respuesta a la guerra que aprobará este martes el Consejo de Ministros? Desde los socios habituales hasta el PP se malician con que el presidente intentará la misma estrategia que con los estados de alarma: ‘o yo o el caos’. Si la respuesta de Sánchez no satisface a su izquierda y tampoco se puede pactar con el PP pensar en una legislatura a la que todavía le queden 20 meses empieza a resultar quimérico.

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