Thursday, April 18

sin herencia, fascista y doble asesino machista



Actualizado:

Guardar

Fernando González de Castejón y Jordán de Urríes, Grande de España (como él se encargaba de repetir), descansa ya en el cementerio. Enterrado sin más testigos que los sepultureros y sin velatorio previo, por expreso deseo de sus familiares. Estaba arruinado y desde hacía unos meses su ya de por sí carácter problemático se había agriado más.

Pese a todo, conducía un Mercedes y una Ducati. La misma moto en la que se paseaba por el barrio de Chamartín (Madrid) con una guerrera y una escopeta colgada. Él se definía como inversor y empresario, pero no se le conocía actividad profesional real. Solo rentista. Y en 2015 explicó a todos los que quisieran oírle que tenía paralizados 740.000 euros en fondos «ultraconservadores» del Banco Madrid.

Las víctimas de aquella quiebra solo pudieron recuperar un máximo de 100.000.

«Cerraba los bares del barrio», afirmaba uno de los vecinos a los que tantos dolores de cabeza dio

«Cerraba los bares del barrio», afirmaba uno de los vecinos a los que tantos dolores de cabeza dio. Frecuentaba especialmente uno que hay justo delante de su portal, solo tenía que cruzar de acera. A veces, dejando propinas generosas; otras, malhumorado o farfullando, atropelladamente, excentricidades.

Pero su fijación eran, sobre todo, las mujeres. Las de su entorno próximo y prácticamente todas las que se cruzaban con él. También por la calle. O las de su propio bloque, el 205 de la calle de Serrano, donde la madrugada del lunes firmó a balazos en la cabeza las muertes de su esposa, Gema Jiménez, de 44 años, y de una amiga de esta, Julia Cuevas, de 70. Y la suya propia, como colofón a una vida de excesos y violencia contra las mujeres. El marqués de Perijá y conde de Atarés tenía 53 años y desde al menos los 40 había perdido los estribos. Aunque dicen que ya desde bastante niño era problemático.

La Policía Nacional observa el traslado de los cadáveres, el lunes, por los servicios funerarios
La Policía Nacional observa el traslado de los cadáveres, el lunes, por los servicios funerarios – Tania Sieira

No se hablaba con nadie de su familia. Hasta el punto de que había heredado los títulos nobiliarios en 2012, pero no se pudo librar de que su tío abuelo, José Miguel López y Díaz de Tuesta, soltero y sin hijos, le desheredara y no se llevara un céntimo cuando falleció, en 2010. Todos sus bienes, incluido el hotel de tres plantas y dos de vivienda familiar en la calle de Alcalá Galiano, en Madrid, fueron a manos ajenas de su familia de sangre. Y, por supuesto, nada que hablar de las numerosas obras de arte del anterior conde, que se exponen en la provincia de Soria en un museo. El aristócrata se lo dejó todo al gerente del hotel, Vicente Marín. La fundación que lleva su nombre, en Bretún, cuenta con piezas de Murillo, Sorolla, Francisco Rizi, Craddock, Teniers El Joven, Bayeu, Bartolomé de Cárdenas, Leonardo Alenza, Néstor Martín-Fernández de la Torre…

Fernando fue denunciado por su madre y hermana tras golpearlas en 2009. Su mujer no quiso hacerlo tras una pelea en 2018

Agresión a un cuñado

 Su agresividad venía de lejos. Ya agredió e intentó acuchillar a un cuñado, que no le denunció, y en otra ocasión pegó a su propia madre en el hotel familiar, el Galiano, en 2009. Una hermana menor fue a defenderla y también se llevó algún golpe. Hubo que llamar a la Policía y sí que hubo denuncia en ese caso. El juez decretó una orden de alejamiento de tres años del noble sobre las dos mujeres. Hasta el punto de que, cuando falleció el tío abuelo, al año siguiente, no pudo asistir al entierro al encontrarse allí sus dos víctimas.

Also Read  Russia's bloody invasion enters its 4th week
La fachada del hotel familar, el Galiano, donde el asesino agredió a su propia madre
La fachada del hotel familar, el Galiano, donde el asesino agredió a su propia madre – ABC

En 2018, estando en una terraza de Serrano bajo su casa, los testigos de los gritos e insultos que Fernando propinó a Gema avisaron a la Policía, que de oficio denunció y detuvo al aristócrata. Pero ella no quiso ni presentarse al juicio rápido. Dijo que no era víctima de nada. Se quedó con su maltratador y no hubo medida de protección ni cautelar de otro tipo.

La Policía Nacional se llevó de su casa el pasado lunes, tras el crimen, siete armas de fuego, entre largas y cortas. Las había de colección, también percutoras, aunque carecía de cualquier tipo de licencia para su tenencia y/o uso.

La Policía se llevó siete armas de fuego de su casa el pasado lunes

Las pistolas las exponía en el salón, en una vitrina, de la que sacó una Luger alemana, de la Segunda Guerra Mundial, cuando Gema se presentó con Julia para recoger algo de ropa, comida y útiles de aseo en dos bolsas y, supuestamente, abandonarlo de una vez por todas. El domingo habían tenido su enésima bronca por teléfono y ella, que se encontraba en París con una pareja de amigos que reside allí, excusó que regresaba a Madrid por un problema de salud, dejando con ellos a la niña, de 9 años. Dijo que había acudido a urgencias de un hospital. Eso evitó que, quizá, el marqués que odiaba a las mujeres acabara con la vida de su propia hija también.

La discusión, ya en el 1ºC de Serrano, 205, comenzó a las once de la noche. Nadie sabe qué se dijeron, solo ellos, y están todos muertos, precisan a ABC fuentes del caso. Eso sí, los últimos movimientos de Gema hacen pensar que iba a abandonarlo y la presencia de Julia en el piso no era algo fuera de lo común, pues pasaba temporadas con el matrimonio.

Ningún familiar de la septuagenaria sabía que se encontraba esa noche allí, de ahí que se tardara varias horas en confirmar su identidad. Julia la acompañaba a Serrano solo aquellas veces en las que la esposa del aristócrata estaba en Madrid, que cada vez eran menos. Estaba harta de él e iba y venía de viaje a Francia para quitarse de en medio. Todo apunta a que le había cogido miedo y necesitaba la ayuda de su amiga.

«Parece ser que quería dejarlo de una vez por todas. Situamos la hora de la muerte aproximadamente a la una, que es cuando los vecinos dicen que escucharon los disparos. Pero medió una discusión antes, en la que pudo agredir a las mujeres», precisan fuentes policiales. «Primero, se fue a su esposa, en la cocina, y le pegó un tiro en la sien. Luego, volvió al salón y disparó también solo una vez a Julia, en la cabeza. Allí mismo, él se llevó la Luger a la mandíbula y se suicidó. El arma estaba a su lado. A falta de la confirmación de la prueba balística, es la que usó en la matanza», añaden.

Also Read  Sánchez detaches himself from the PSOE's bump in Andalusia: "there is a legislature until the end"

Sin planificación

El ‘modus operandi’ lleva a los expertos en homicidios a pensar que aquello no fue un asunto planificado. Ni siquiera dejó carta, algo que suele ocurrir en estos casos. Un caso de violencia de género de libro.

«Zorra», «maricones» y «rojos» eran algunos de sus improperios favoritos

Lo cierto, por otro lado, es que tampoco se entiende que tuviera prácticamente montada una galería de tiro en el patio interior del bloque y nadie lo hubiera denunciado. Apenas se había convocado una reunión de la comunidad de vecinos para tratar la problemática del conde. Colgaba carteles con insultos y emblemas LGTBI o de ideologías de izquierdas para dispararlos. Tenía una armadura en casa. Pósters de Hitler y Franco, a los que veneraba. Odiaba al actual presidente del Gobierno. Guardaba casacas en su armario. «Zorra», «maricones» y «rojos» eran algunos de sus improperios favoritos, los que se escuchaban en la finca con cada vez mayor asiduidad.

Carabinas, escopetas, pistolas, machetes, incluso arcos con flecha y silenciadores… Se le metió en la cabeza que una vecina que regaba las plantas estaba estropeando un picasso que colgaba de la pared de su casa. Y también se hacía dueño de un dalí. Amenazaba con matar a tiros al perro de otro residente en la finca. Debía recibos de la comunidad. Insultaba en persona pero también por WhatsApp, con su amplio catálogo de improperios: «Lameculos, maricones, imbéciles…». Se presentó en las protestas contra el Gobierno central durante el estado de alarma ‘presumiendo’ de su ideología franquista…

Pero no trascendió ninguna denuncia en los más de siete años que llevaba residiendo Fernando allí. Tampoco cuando comenzaron los gritos la noche del sábado. Ni cuando se oyeron ruidos, «como si se movieran o cayeran muebles», a la una de la madrugada. Como tres disparos, muy seguidos, aseguraron otros. Solo cuando una vecina, a la mañana siguiente, se asomó al patio y vio lo que parecía el cuerpo de una mujer inerte en la cocina dio la voz de alarma al portero. El empleado subió y observó lo mismo. Llamaron a la casa y al teléfono del marqués, aún con batería, sin éxito.

Lo siguiente que hicieron fue marcar el 091, que comisionó a la Policía Nacional en el lugar de la triple muerte. Eran las 10.20 de la mañana. Acudieron agentes de la Unidad de Prevención y Reacción (UPR), especializados en control de masas y altercados, por si el asesino o asesinos, aún desconocidos, seguían en la vivienda. Llevaban escudos y chalecos antibalas. No sabían qué se podrían encontrar. Tras tirar la puerta, con los médicos del Samur llegando, observaron horrorizados la escena del salón. Luego, a Gema muerta en la cocina, con sus pocas pertenencias allí mismo, en las dos bolsas.

Also Read  At least 395 dead in South Africa due to floods

Desconcierto inicial

Las siguientes horas fueron de infarto, para la Policía, para los allegados a las víctimas e incluso para los periodistas. Llegaban informaciones dispares sobre las identidades: primero, que eran un padre y sus dos hijas; luego, que eran la madre del varón y su esposa; que en realidad la septuagenaria era la asistenta interna… Los investigadores tenían las filiaciones pero, sobre todo en el caso de Julia, debían atarlo todo muy bien porque su familia desconocía que estaba en el piso.

Pero los vecinos hablan: él se llamaba Fernando. Él era marqués. Ella podría ser su esposa… Que el sospechoso era un habitual de los bares del barrio, que bebía demasiado, que consumía cocaína, que «andaba siempre como loco».

Pronto, la sospecha de que una cuarta persona los hubiese ejecutado y huido se disipó. El autor era el hombre, que se había volado la cabeza con la pistola que reposaba junto a su cadáver en el suelo. ABC fue el primer medio que confirmó la verdadera identidad del aristócrata y, al conocerse su abolengo, el ya de por sí doble crimen de la calle de Serrano cobró una dimensión aún mayor.

Se conoció también su perfil mediático, a raíz de aparecer en numerosos programas de televisión durante la crisis del Banco Madrid, en el año 2015. En ellas, no dudó en utilizar improperios contra la entonces responsable de la Comisión Nacional del Mercado de Valores, Elvira Rodríguez, y el ministro de Economía, Luis de Guindos. También cargó contra Cristóbal Montoro y, en general, todos los partidos políticos, tanto de izquierdas como de derechas.

El Grupo V de Homicidios de la Jefatura Superior de Policía de Madrid y la Brigada Provincial de la Científica se han hecho cargo de la investigación. Las sospechas de que el noble careciera de licencia de armas las confirmó la Guardia Civil, de quien depende ese registro. «No tenía permiso para su uso, pero tampoco para su tenencia, aunque fueran de colección, heredadas y solo las expusiera. Era todo una ilegalidad», explican fuentes policiales.

La niña, con su abuela

Ahora, se está investigando el origen de todas y cada una de las piezas incautadas. Y por qué no comunicó su posesión. De las causas de la muerte, poco queda por dilucidar. El círculo más íntimo de Gema desconocía los malos tratos que sufría, que especialmente eran psicológicos. En cuanto a la hija del matrimonio, se encuentra con su abuela materna.

Están destrozados. Maribel, prima de Gema, hablaba esta semana en el programa ‘Cuatro al día’, y no se mordía la lengua al describir al presunto asesino: «Él era un mal nacido, hijo de la grandísima puta, que se ha aprovechado de la bondad de mi prima Gema, que era un amor de persona, risueña, contenta, alegre siempre. Y que ha dejado truncada la felicidad de su hija, una niña de 10 años y que siempre tendrá el lastre y el trauma de que su padre ha matado a su madre. La vida es injusta, no lo entiendo y no lo entenderé nunca, porque ella jamás le contó esto nunca a nadie».

A Gema y a Julia sí que se las veló, en San Isidro. Sus ausencias prematuras dejan a dos familias destrozadas y uno de los capítulos de la crónica negra reciente más espeluznantes de Madrid.

Ver los
comentarios


www.abc.es

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *