Monday, December 11

Tarragona desplaza a Andalucía como puerta de entrada del hachís a Europa


BARCELONA
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Fue en junio de 2021 cuando la Guardia Civil emitió una alerta interna sobre el desplazamiento del desembarco de hachís desde Andalucía a la costa catalana, concretamente a Tarragona, para su posterior distribución por Europa. Tras cuatro años sin detectar esta actividad en la zona, solo un mes después de este aviso, se produjo la primera incautación: una narcolancha abandonada en la playa de Tamarit. Desde entonces, el balance es de una operación al mes.

Entre las más relevantes, la que concluyó este pasado martes, y que ha dado al
traste con la logística de los traficantes en la Costa Dorada. Hasta la fecha, no se había detectado en la zona a ninguna organización que funcionase como una «empresa de servicios» para los narcos.

Les facilitaban la botadura de las narcolanchas, gasolina, seguridad e incluso alojamiento para las tripulaciones.

Una actividad, la de dar cobertura a los narcos, arraigada en el Campo de Gibraltar, pero hasta ahora nunca vista en Tarragona.

En dos despliegues –bautizados como ‘Maius’ y ‘Drift’–, los investigadores se han incautado de 10 toneladas de hachís y 10 narcolanchas. Entre los 51 detenidos, se encontraba el mayor traficante de esta droga en Cataluña en lo que va de año. Se trata de un albanés, asentado en la localidad barcelonesa de Viladecans, según indican fuentes del Instituto Armado a ABC. En este caso, además de contar con la red logística, su organización tenía capacidad para introducir los alijos y transportarlos a otros países europeos, donde este derivado del cannabis dobla su valor en el mercado negro. De las dos organizaciones desmanteladas, la primera estaba asentada en el Delta del Ebro y sus servicios los requerían traficantes diseminados por toda España. En el caso de la operación ‘Drift’, adquirían las embarcaciones en Galicia y Portugal. De allí las transportaban hasta un taller de Cambrils, donde contaban con un mecánico náutico, que se encargaba de preparar las narcolanchas para recoger la droga en el norte de África.

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Un guardia civil pesa los fardos de hachís incautados
Un guardia civil pesa los fardos de hachís incautados – ABC

Las rutas que siguen los narcos son las mismas que se utilizaban para el contrabando de tabaco, pero que desde hace 30 años sirven para introducir hachís. Si en los 2000 los agentes del Instituto Armado detectaron estos envíos en embarcaciones recreativas, veleros y pontonas, en la actualidad, la droga llega en lanchas de fibra de vidrio, de 12 o 14 metros, que llegan a superar los 900 CV –con tres motores–. Velocidades muy elevadas que complican las labores de persecución de los guardias. La planicie del terreno en el Delta del Ebro, de gran extensión, se traduce en decenas de vías de acceso. «Mediante una mínima elevación, permite controlar gran amplitud de espacio», explica a este diario el capitán de la Guardia Civil Héctor Muñoz, jefe de la Policía Judicial en Tarragona. Es decir, a la hora de realizar un desembarco de hachís, la organización delictiva solo necesita vigilar desde un punto elevado –cualquiera de los miradores que hay en la zona– para detectar la presencia de algún vehículo sospechoso.

Unas características que dificultan las vigilancias policiales –«es más complicado acercarse sin ser detectado»– pero también hace que los agentes puedan divisarlos a distancia, corrobora el capitán. La labor se complica en las calas, rodeadas de terreno con vegetación espesa y grandes elevaciones que limitan la visibilidad, aunque estas características sí facilitan la aproximación de los guardias.

Desembarcos

El ‘modus operandi’ es el habitual: llegar de noche a las playas para descargar los fardos. «Cuando la embarcación se aproxima, el personal de tierra acude al punto donde se va a realizar el desembarco, para asegurarse de que está ‘limpio’ –sin vigilancia–, y se lo comunican a la narcolancha. Suelen actuar unas 10 o 12 personas que forman una cadena y se produce la transacción. Es decir, el hachís se carga en los vehículos para transportarlo por carretera, y desde la playa se les lleva gasolina para que la embarcación reposte y abandone la zona», explica Muñoz, que recuerda la gran cifra negra que rodea al tráfico de esta sustancia. De media, por cada alijo incautado en Tarragona, el Instituto Armado ha detenido a dos o tres de los participantes en su desembarco –algunos cobran 1.000 euros por una participación que no supera los 20 minutos –. El resto consigue huir tras la alerta de algún vigía.

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Una incautación de hachís y marihuana en Tarragona
Una incautación de hachís y marihuana en Tarragona – ABC

Para detectar su actividad, los Cuerpos de seguridad cuentan con el Sistema Integrado de Vigilancia Exterior (SIVE), que permite detectar, no solo las embarcaciones que se aproximan al litoral, sino también a sus tripulantes. En el caso de la operación ‘Palika’, que el pasado agosto se saldó con nueve detenidos y cinco toneladas de hachís que tenían como destino final el mercado europeo, fueron los pinchazos telefónicos de una investigación en curso los que permitieron saber dónde se produciría el desembarco. Fue así como desmantelaron una organización asentada en Barcelona, que se dedicaba a transportar la droga desde el norte de África.

Delta del Ebro

Aunque el asentamiento histórico de estos clanes es el Campo de Gibraltar, los investigadores advierten del aumento de organizaciones –de origen nacional– tanto en el Delta del Ebro como en otras zonas de Cataluña. Incluso traficantes de otros países europeos, también destino final de este derivado del cannabis. En el caso de la operación ‘Palika’, la droga debía llegar a Italia y Bélgica. Si aquí puede alcanzar un precio medio de 1.900 euros el kilo, su transporte por carretera hacia otro territorio implica que la misma mercancía alcance los 4.500 euros. «Cuanto más lejos se lleva desde esta puerta de entrada de cannábicos que es España, más se incrementa el precio de distribución», señala Muñoz. Lo hacen en camiones de mercancías –aunque la picaresca es variada–. Para detectarlos, resulta vital la pericia de los agentes. «Recuerdo un camión góndola que estaba totalmente vacío y le habían practicado un doble fondo a la plataforma. En un control rutinario se registra la cabina y a nadie se le ocurre que la plancha del suelo pueda esconder 100 kilos de droga», apunta el capitán.

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En menos de un año, en Tarragona se han llevado a cabo trece operaciones contra el tráfico de hachís.

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