En los jardines del Kremlin, el Cañón del Zar es una de las más visibles atracciones. Con un peso de 40 toneladas, fue fundido en bronce en 1586 y adornado con la leyenda ‘Por la Gracia de Dios, Zar y Gran Duque Fiodor Ivanovich, Autócrata de toda Rusia’. Su valor militar es más bien simbólico, ya que nunca fue empleado en combate. Aunque se sospecha que pudo haber sido disparado tan solo una vez, esta monumental pieza de artillería de 890 milímetros fue utilizada básicamente para asustar. Quizá por eso mismo, Napoleón estuvo tentado de llevárselo de vuelta a Francia como trofeo de guerra aunque su transporte requiriera dos centenares de caballos.
devastadora munición de 1.000 kilos, el Cañón del Zar recuerda bastante a las armas nucleares que tanto han proliferado por todo el mundo desde que Albert Einstein advirtiera en una carta extraordinaria al presidente Roosevelt sobre la existencia de esta tecnología, junto al interés y ventaja de los nazis para desarrollarla con fines bélicos. Es decir, estamos hablando de toda una categoría de armas con un poder de destrucción apocalíptico pero pensadas para no ser utilizadas. Es decir, que desde agosto de 1945 en Hiroshima y Nagasaki, la clave de esta opción no convencional ha venido siendo su capacidad disuasoria.
Con Rusia enfrentada al riesgo de quedar empantanada en Ucrania, la pregunta inevitable es si Vladímir Putin podría llegar a hacer realidad sus reiteradas amenazas de escalada nuclear. A su disposición, tiene el mayor arsenal nuclear del mundo con un total de 6.000 cargas de las que 1.600 están desplegadas. Esta herencia de la Unión Soviética ha sido modernizada como respuesta «a lo pobre» contra la ventaja militar tecnológica demostrada por Estados Unidos durante los años noventa.
Otro Vietnam
En las actuales circunstancias, el uso de armas nucleares por parte de Putin podría resultar más tentador que nunca. Sobre todo, para salvar la distancia que separan a los objetivos políticos del Kremlin basados en la anexión de Ucrania y la realidad de una guerra ralentizada por la heroica resistencia de David contra Goliat con ayuda militar y duras sanciones por parte de Occidente. Una combinación diseñada para devolver a Rusia a la edad del trueque y transformar Ucrania en un Vietnam.
El consenso de los análisis formulados, fuera y dentro del ámbito militar, insiste en descartar algo parecido a lo ocurrido en Japón hace 77 años. Es decir, una bomba de juicio final capaz de aniquilar una ciudad entera. Sin embargo, la incapacidad demostrada para anticipar el peor escenario posible en la crisis Ucrania –una invasión de todo el país en lugar de un limitado uso de la fuerza– invita ahora a contemplar escenarios de escalada nuclear impensables hace tan solo dos semanas.
Con todo, existe una inclinación a considerar las amenazas de Putin como el máximo de sus faroles. Y de hecho, proliferan las comparaciones con la obsesión del presidente Richard Nixon en 1969 para acabar con la guerra de Vietnam en sus propios términos. Para forzar a que Hanoi se sentase en la mesa de negociaciones, Nixon formuló una arriesgada estrategia que él mismo bautizó como ‘madman theory’ (la teoría del hombre loco). La idea era hacer creer tanto a Vietnam del Norte como a sus aliados en el bloque comunista que el presidente se encontraba tan desesperado por saldar ese conflicto en el sudeste asiático que estaba dispuesto a hacer lo que fuera, incluso un «primer uso» de armas nucleares.
Hacer cualquier cosa
El jefe de gabinete de la Casa Blanca, H.R. Haldeman, en su libro ‘The Ends of Power’ explica cómo Nixon le dijo: «Bob, quiero que los norvietnamitas crean que he llegado a un punto en el que podría hacer cualquier cosa para detener la guerra». Y así procedió en contra del consejo de sus generales. Aunque Nixon anticipaba que «el mismísimo Ho Chi Minh se presentaría en dos días suplicando paz en París», la estrategia no resultó especialmente efectiva ya que el desastre de Vietnam se prolongaría hasta 1975. Nixon nunca reconoció ser el promotor de la ‘madman theory’ pero la expresión ha quedado fijada dentro de la teoría de juegos, en los estudios académicos sobre la toma de decisiones estratégicas en escenarios de competencia y rivalidad.
Más peligrosas
De todas las opciones posibles para una escalada no convencional por parte de Rusia en Ucrania, la opción más plausible sería una pequeña carga nuclear, conocida en la jerga como una bomba nuclear táctica (TNW, en sus siglas en inglés). En contraposición a las armas nucleares estratégicas, las armas nucleares tácticas son cargas de corto alcance, incluidos misiles lanzados desde tierra con un alcance inferior a 500 kilómetros o lanzados desde el mar o el aire con un alcance inferior a los 600 kilómetros. Y sin embargo, las cargas tácticas pese a su tamaño reducido pueden ser más peligrosas que las estratégicas ya que son susceptibles de ser robadas y mucho más tentadoras a la hora de ser utilizadas.
Esta categoría de armas nucleares de campo de batalla son el arma perfecta de terror y nunca han sido utilizadas en la historia. Entre el 30 por ciento y el 40 por ciento del arsenal nuclear de Moscú encaja en esta categoría. Además, en los últimos años, Rusia ha adoptado como parte de su doctrina militar el concepto de escalada a desescalada, que consiste en la amenaza del uso de armas nucleares como parte de su estrategia para conseguir otros objetivos. Por ahora, aunque Putin ha elevado el nivel de alerta de sus fuerzas nucleares sin que la Administración Biden haya respondido con un DEFCON 3, no se ha observado ningún cambio en la llamada postura nuclear de Rusia. Pero aunque el uso de armas nucleares en Ucrania sea improbable no deja de resultar aterrador. Exactamente como el Cañón del Zar.
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George is Digismak’s reported cum editor with 13 years of experience in Journalism